La coalición de gobierno del primer ministro japonés, Sinzo Abe, ha ganado con solvencia las elecciones legislativas celebradas este domingo. Entre el Partido Democrático Liberal, más su socio Komeito, ha obtenido un 67% de los escaños. Esto significa, en primer lugar, que Abe gobernará los designios de Japón hasta 2021. Y que lo hará con […]
Dirigentes Digital
| 23 oct 2017
La coalición de gobierno del primer ministro japonés, Sinzo Abe, ha ganado con solvencia las elecciones legislativas celebradas este domingo. Entre el Partido Democrático Liberal, más su socio Komeito, ha obtenido un 67% de los escaños. Esto significa, en primer lugar, que Abe gobernará los designios de Japón hasta 2021. Y que lo hará con dos objetivos prioritarios: uno, reformar la constitución de corte pacifista, lo cual le permitiría recurrir a las fuerzas armadas para afrontar los numerosos desafíos geoestratégicos que tiene abiertos actualmente como, por ejemplo, Corea del Norte. Y, en segundo lugar, continuar con su programa de estímulos económicos popularmente conocido como ‘Abenomics’. Sinzo Abe, tras llegar al poder en 2012, propugnó tres estrategias o ‘flechas’ para iniciar la recuperación económica de Japón. Una de estas ‘flechas’ consistía en incrementar notablemente el gasto público. La segunda ‘flecha’ pasaba por introducir reformas estructurales. Y, como respaldo de ambas, el banco central seguiría concediendo liquidez al sistema para consolidar una inflación objetivo del 2%. De estas tres estrategias, sin duda, la segunda parecía apuntar hacia el origen del problema. Si aumenta la productividad, los salarios pueden crecer, y con ellos el consumo. Y si bajan los impuestos, porque la estructura del sector estatal japonés gana en eficiencia, el poder adquisitivo del consumidor se incrementaría. Todo ello, por tanto, daría lugar a un círculo virtuoso donde el consumo se reactivaría sin generar tensiones inflacionistas indeseadas. El bajo consumo, clave Sin embargo, Japón no consigue recuperar la confianza de sus consumidores, clave para salir del estancamiento económico persistente durante casi tres décadas. Las empresas japonesas, actualmente, tienen liquidez de sobra para invertir. Pero no van a hacerlo mientras el consumo privado siga deprimido. Los consumidores japoneses, por otra parte, son extremadamente conservadores. Son aversos a la incertidumbre. Y, bajo escenarios de incertidumbre, no consumen. Se han planteado algunas medidas, recientemente, como reducir las horas extraordinarias para fomentar el consumo. O replicar el celebérrimo ‘Viernes Negro’ estadounidense, cada noviembre, la jornada reina de las rebajas pre-navideñas. El problema, sin embargo, es circular. Para que repunte el consumo, los japoneses necesitan percibir mejores salarios. Pero las empresas no van a pagar sueldos más altos mientras el consumo privado siga sin impulsar significativamente sus ventas. Entretanto, las políticas fiscales y monetarias japonesas no hacen otra cosa que empeorar la situación. Por la parte fiscal, junto al envejecimiento demográfico, el incremento del gasto público genera una deuda creciente que se debe financiar con subidas de impuestos (lo cual penaliza nuevamente el consumo). Y, por la parte monetaria, generar inflación sin aumentar proporcionalmente los salarios tampoco estimula el consumo (al contrario, provoca una merma del poder adquisitivo). Mientras no existan políticas específicas para estimular el consumo, será imposible consolidar una subida de los precios que permita a Japón salir del actual estancamiento económico. El Fondo Monetario Internacional prevee un modesto crecimiento para Japón, del 1,2%, en 2017. Como concluía un editorial vespertino publicado por el diario NIKKEI esta misma mañana, ‘Abe deberá contar la verdad a los japoneses sobre lo insostenible del desafío económico actual’.