Juncker asumió la presidencia de la Comisión Europea con un paquete de más de 300.000 millones para inyectarlo a la economía real y sacar de forma definitiva al Viejo Continente de la recesión. Pero el plan de Juncker cuenta con pocos fondos reales para que sea creíble y factible. La Comisión ha creado el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas que nacerá con aportaciones de 8.000 millones del presupuesto comunitario y de 12.000 millones del BEI para impulsar las inversiones a través de emisiones de deuda por valor de 60.000 millones y de la capacidad para atraer capital privado. Un artefacto de ingeniería financiera que no garantiza que la economía real reciba al final la cantidad prometida.
El parón económico y las duras críticas tras el escándalo de los Luxleaks, los acuerdos fiscales bilaterales de Luxemburgo con multinacionales, ha provocado que Juncker acelere la puesta en marcha de su plan que se centrará en proyectos maduros en los sectores de transporte, energía y economía digital.
Esta semana el nuevo presidente de la Comisión se enfrenta a la moción de censura presentada por los euroescépticos y la ultraderecha. Mientras Juncker era primer ministro de Luxemburgo y ministro de cartera se firmaron acuerdos secretos con más de 300 multinacionales para que radicara su sede en el país a cambio de pagar un impuesto de sociedades muy reducido. Las compañías diseñaban su estructura empresarial en Europa alrededor de una matriz en Luxemburgo.
La moción de censura se votará el próximo jueves, pero será difícil que salga adelante por el bloqueo de populares y socialistas. Del voto socialista depende el futuro de JUncker, pero la promesa de 300.000 millones en estímulos logró el respaldo del grupo a la nueva ejecutiva en la investidura.