El mercado laboral europeo se encuentra en plena recuperación tras la crisis económica global. Las tasas de ocupación batieron todos los récords en el primer trimestre de 2017, cuando el número de trabajadores alcanzó los 154,8 millones, su máximo histórico. El paro hizo lo propio sumando cuatro años consecutivos de caídas, hasta situarse en el 9,4% […]
Dirigentes Digital
| 21 jul 2017
El mercado laboral europeo se encuentra en plena recuperación tras la crisis económica global. Las tasas de ocupación batieron todos los récords en el primer trimestre de 2017, cuando el número de trabajadores alcanzó los 154,8 millones, su máximo histórico. El paro hizo lo propio sumando cuatro años consecutivos de caídas, hasta situarse en el 9,4% durante el mismo periodo. Sin embargo, existe un problema estructural en el mercado laboral de la zona euro. Mientras que la ocupación en las profesiones de alta cualificación y salario creció un 8,1% entre 1995 y 2015, al igual que en las de baja cualificación y salario en un 3,4%, en las de formación media se deplomó un 11,5%, según un informe publicado por CaixaBank Research. “El mercado laboral europeo está cada vez más polarizado”, señala el estudio. Además, está tendencia es común a todos los países de la eurozona e incluso Estados Unidos, aunque en menor tendencia. En esta línea, el documento achaca esta pérdida de fuerza laboral de cualificación media a la naturaleza de las tareas, que se caracterizan por ser rutinarias y deslocalizables. Por otro lado, existen factores genéricos como la globalización y las nuevas tecnologías que han acelerado el proceso. El primer elemento actúa reduciendo el pesdo de las tareas más fácilmente deslocalizables. Respecto al segundo, la digitalización permite que las ocupaciones más rutinarias puedan ser sustituidas por robots o algoritmos informáticos. El informe concluye señalando que la solución a este desequilibrio no está en la adopción de políticas comerciales proteccionistas o en la penalización del desarrollo tecnológico. Por el contrario, la apertura comercial y progreso digital deben ser percibidos como “beneficiosos para el conjunto de la sociedad”, por lo que se aboga por adoptar políticas educativas, laborales y socieales que faciliten una distribución equitativa de dichas ventajas.