Mientras la Generalitat se prepara para sacar las urnas el próximo domingo, el barómetro del CIS sigue demostrando que la corrupción tiene tanto peso en los ciudadanos como el pesimismo económico o político. El malestar ciudadano es patente, y puede que el domingo se demuestre en Cataluña. Si hasta el momento, los argumentos para exigir […]
Dirigentes Digital
| 07 nov 2014
Mientras la Generalitat se prepara para sacar las urnas el próximo domingo, el barómetro del CIS sigue demostrando que la corrupción tiene tanto peso en los ciudadanos como el pesimismo económico o político.
El malestar ciudadano es patente, y puede que el domingo se demuestre en Cataluña. Si hasta el momento, los argumentos para exigir la independencia pasaban por lo que el Govern de la Generalitat considera una financiación injusta para los catalanes, sin pacto fiscal o concierto económico. Se supone que con la independencia, Cataluña se beneficiaría económicamente.
Aunque el argumento sobre las balanzas fiscales es muy precario, es una de las banderas que más se izan en territorio catalán.
El segundo argumentos es el territorial. Un Estado territorialmente pequeño tiene una administración más cercana a los ciudadano, una razón que tampoco consigue ser de peso.
Además, Cataluña añade el argumento democrático, afirmando que la autodeterminación forma parte de su derecho a decidir. En cambio, es el último argumento, el nacionalista, el que más peso ha adquirido en los discursos de Más y su gobierno. ¿La razón? Los nacionalistas consideran que, históricamente, tienen una cultura propia.
Durante las últimas semanas, además, los nacionalistas han encontrado un nuevo argumento a su favor: la corrupción política. Más de 1.600 casos de corrupción corroen España por atentar contra los bienes públicos.
En los últimos días, además, hemos visto cómo esos macroprocesos incluían organizaciones criminales dirigidas por los propios políticos que regían el país.
Pocas instituciones han quedado a salvo de esta lacra. Al igual, tampoco los partidos se han librado de esta "enfermedad" e, independientemente del color, hemos visto desfilar ante los juzgados figuras de primer nivel político como Ángel Acebes (ministro de Justicia con José María Aznar) o Rodrigo Rato (ministro de Economía, también en la era Aznar y ex director del Fondo Monetario Internacional).
Los últimos en saltar al ruedo han sido Francisco Granados, delfín de Esperanza Aguirre, y Marcos Martínez, presidente de la diputación de León, ambos involucrados en la operación Púnica. Todos los casos de corrupción han pasado de ser hechos puntuales a una actividad constante, lo que nos ha llevado a ocupar los primeros puestos en las listas de los países más corruptos.
Este sentimiento de desafección política podría pesar el domingo entre los catalanes e impulsar su voto como castigo al partido en el Gobierno. O bien, podría ser un castigo a CiU, también "tocado" por el caso de corrupción de la familia Pujo, que aún dará mucho que hablar.