“Que la tecnología está cambiando nuestra forma de vivir es un hecho. Que está afectando también a los mercados de manera cada vez más clara es otro. A día de hoy, si obviamos Berkshire Hathaway, las cinco mayores empresas del mundo por capitalización bursátil tienen un negocio basado en la tecnología: Apple, Alphabet, Microsoft, Amazon […]
Dirigentes Digital
| 02 feb 2017
“Que la tecnología está cambiando nuestra forma de vivir es un hecho. Que está afectando también a los mercados de manera cada vez más clara es otro. A día de hoy, si obviamos Berkshire Hathaway, las cinco mayores empresas del mundo por capitalización bursátil tienen un negocio basado en la tecnología: Apple, Alphabet, Microsoft, Amazon y Facebook“. Con estas palabras, los gesoteres de Metagestión recuerdan cómo no sólo las empresas más grandes del mundo pertenecen a la industria tecnológica, sino que además son también las que más rápido ganan tamaño. “Hace años las compañías tardaban décadas en poder alcanzar una posición dominante. Hoy empresas fundadas hace menos de diez años como Uber o Airbnb, se han convertido en grandes líderes globales de su mercado con valoraciones implícitas de 70.000 y 30.000 millones de dólares respectivamente”, recuerda Javier Ruiz en su última carta anual a inversores. El experto advierte cómo este tipo de compañías hacen estragos en los sectores en los que surgen, rompiendo con modelos de negocio hasta ahora invariables. “A diferencia de las compañías tradicionales, estas “disruptoras” funcionan sin capital empleado, al limitarse a conectar virtualmente a los usuarios y se alimentan de poderosos efectos de red (cuantos más usuarios utilicen la plataforma, más atractiva será la red para el usuario y más difícil la aparición de un competidor)”, recuerda Ruiz. En su carta anual, los gestores explipan cómo esto lleva a situaciones paradójicas hasta hace poco impensables, como que por ejemplo, la compañía más grande de taxis del mundo no tenga automóviles propios (Uber), las empresas más grandes de alojamiento no cuenten con hoteles propios (Priceline, Airbnb), las empresas más grandes de telefonía no cuenten con infraestructuras propias (Skype, WeChat, ¿WhatsApp?) o que la compañía más popular de comunicación no tenga contenido propio (Facebook). “Si bien es cierto que las plataformas virtuales son un poderoso ejemplo de fuentes de oportunidades y amenazas para nuestro papel como inversores, más importante es entender cómo podemos aproximarnos al “problema tecnológico” a la hora de elegir el tipo de empresa en el que queremos invertir”, insisten. Así, recurren a Tom Gayner, responsable de inversiones de Markel Corporation, quien opina bajo su filosofía value cómo existen tres tipos de compañías según su posicionamiento frente a la tecnología.
“Además de entender cómo impacta la tecnología a las compañías en las que invertimos, nos encontramos también ante otro problema que puede que nunca podamos resolver: ¿dónde situamos la línea que delimita si una empresa es invertible o no por el riesgo de disrupción? ¿Cómo saber si la amenaza puede o no materializarse? ¿En qué horizonte temporal se convierte realmente en una amenaza? ¿Tres años, cinco años, diez años o más?”, se preguntan los expertos.. A su juicio, “es muy probable que pequemos de conservadores en muchas ocasiones o que, sencillamente, tengamos errores de omisión, preferimos pagar este precio. Como siempre le recalcamos, nuestro objetivo es y será siempre hacer crecer los ahorros de nuestros partícipes y, para lograrlo, la preservación de capital es un objetivo que nunca perderemos de vista”.