Cuando se convocaron las decimocuartas elecciones generales en Malasia, los analistas señalaban las constantes alegaciones de corrupción sobre el primer ministro, Najib Razak, en el cargo desde 2009, como el tema central de la campaña. De hecho, las encuestas desde 2013 vienen colocando en primer lugar al principal partido de la oposición, el Pakatan Harapan […]
Dirigentes Digital
| 08 may 2018
Cuando se convocaron las decimocuartas elecciones generales en Malasia, los analistas señalaban las constantes alegaciones de corrupción sobre el primer ministro, Najib Razak, en el cargo desde 2009, como el tema central de la campaña. De hecho, las encuestas desde 2013 vienen colocando en primer lugar al principal partido de la oposición, el Pakatan Harapan del ex primer ministro Mahathir Mohamad, de 92 años, augurando un vuelco electoral en un país dominado por el Barisan National de Razak, procedente de una de las dinastías políticas que han dominado Malasia desde su independencia. Sin embargo, el margen entre ambos partidos, que era de 30 puntos de ventaja para la oposición en agosto de 2016, se ha venido reduciendo desde entonces hasta una exigua diferencia de un 3% en el último sondeo, realizado el mes pasado. La figura de Najib Razak quedó profundamente tocada en 2015, después de que se hiciese público el desvío de 681 millones de dólares del fondo estatal 1Malaysia Development a sus cuentas privadas. Sin embargo, el mandatario, apoyado por un sistema electoral que le dio el Gobierno en 2013 a pesar de contar con menos votos que sus rivales, ha conseguido mantenerse en el poder a pesar de las protestas generalizadas. A su favor ha pesado además el respaldo de la monarquía y de los gobiernos de diez de los 16 estados federados que componen Malasia. Aunque, tras las tensiones políticas que generaron los pasados comicios de 2013 y las alegaciones contra el partido de Razak sobre irregularidades electorales, estos apoyos pueden no ser suficientes para mantenerle en el poder en caso de una nueva pérdida de escaños en el parlamento malasio. Más allá de la figura de Razak, otro tema está polarizando la campaña electoral y podría reforzar las opciones de la oposición. Así, el papel de las inversiones chinas en el país y la influencia política que éstas otorgan a Pekín en toda la región están provocando la fragmentación de una sociedad en la que casi un cuarto de la población tiene ascendencia china y en la que los conflictos étnicos se producen cíclicamente. La puesta en marcha en 2013 de la política china “One Belt, One Road“, que busca crear infraestructuras de comunicación y comercio entre el gigante asiático y otros 80 países de Asia, Europa y África a través de inversiones de más de 1,5 billones de dólares ha generado un cambio radical en la presencia de empresas chinas en el Sudeste Asiático y ha provocado una oleada de desconfianza contra las supuestas intenciones expansionistas de Pekín. En Malasia, que concentra un 40% del flujo de comercio mundial en el estratégico Estrecho de Malaca, las inversiones chinas se han concentrado en el sector inmobiliario, manufacturero, energético, siderúrgico y de comercio electrónico, revertiendo el desequilibrio de la balanza inversora a favor de Kuala Lumpur que imperaba hasta 2011. La oposición malasia ha criticado que el Gobierno de Razak ha aceptado estos flujos inversores sin considerar si la economía local tiene capacidad para devolver el coste de las infraestructuras que se están construyendo y ha acusado al Ejecutivo de ceder soberanía ante Pekín y de aceptar un creciente desembarco de trabajadores chinos, que las empresas del gigante asiático “importan” para no tener que lidiar con la mano de obra local. Además, los opositores señalan el ejemplo de Sri Lanka, donde China se hizo con el control de uno de sus principales puertos en 2015 como pago de la deuda que el Gobierno cingalés había contraido durante la construcción de esa infraestructura por parte de empresas chinas. Según Bloomberg, Mahathir Mohamad ha criticado abiertamente las intenciones de Pekín, asegurando que concede préstamos a países sin capacidad de devolverlos para ampliar su presencia en puntos comercialmente estratégicos. Esta visión coincide con la del Gobierno indio de Narendra Modi, que ha acusado a China de intentar reducir sus rutas comerciales mediante este tipo de inversiones en Pakistán y otros países vecinos. Sea como fuere, los analistas consideran poco probable que Najib Raza tenga que abandonar el poder este miércoles, teniendo en cuenta la capacidad de acumular votos de sus redes clientelares y sus buenas relaciones tanto con el presidente chino, Xi Jinping, como con el de EEUU, Donald Trump. Sin embargo, el poder de China en el país podría generar turbulencias más duraderas en un país que ha sufrido una importante crisis económica y al que las divisiones entre el 50% de población malaya, el 25% de origen chino y la minorías india y aborigen, sumadas a las tensiones religiosas, podrían devolver al país a la violencia sectaria que dominó Malasia y Singapur a finales desde finales de los sesenta hasta los noventa.