En la historia americana moderna, durante las legislativas ("midterm") del sexto año de mandato de un presidente se pierden asientos. En el caso de Barack Obama nada anuncia que vaya a ser diferente. Desde la "main Street" hasta Wall Street, los niveles de aprobación del presidente de Estados Unidos están en su nivel más bajo […]
Dirigentes Digital
| 03 nov 2014
En la historia americana moderna, durante las legislativas ("midterm") del sexto año de mandato de un presidente se pierden asientos. En el caso de Barack Obama nada anuncia que vaya a ser diferente. Desde la "main Street" hasta Wall Street, los niveles de aprobación del presidente de Estados Unidos están en su nivel más bajo desde que llegó a la presidencia; en el caso de Wall Street solo cuenta con el visto bueno del 17% de la comunidad financiera. Algo que está perjudicando a los congresistas de su partido que prefieren estar acompañados por Bill Clinton o Michelle Obama antes que por el presidente en cualquier mitin. Razón por la que una de las principales actividades a las que se ha dedicado el Obama durante estas semanas ha sido la de recaudar fondos. La crisis del ébola y la amenaza del Estado Islámico están desgastando mucho a los demócratas estas últimas semanas de campaña.
Los demócratas también sufren una desventaja en cuanto los asuntos que preocupan a los americanos, los republicanos parecen responder mejor a la mayoría de sus inquietudes. En materia de economía ?la mayor preocupación-, seguridad o inmigración, los americanos entienden que los Republicanos harían un mejor trabajo; al contrario que en temas como la salud o asuntos sociales, especialmente en temas relacionados con la mujer, en donde confían más en los Demócratas. ¿Qué sucede con la economía? A pesar de los buenos datos de empleo y crecimiento, asuntos como el aumento de la desigualdad, el estancamiento de los salarios y la disminución de la clase media, hacen pensar a los americanos que las cosas no van tan bien.
En las legislativas, los demócratas se quedan en casa
Por grupos de población, uno de los que recibe más atención es el de los hispanos, la minoría de mayor crecimiento en el país. La preferencia de los votantes hispanos por los candidatos demócratas duplica al apoyo que dan a los republicanos pero es sustancialmente menor al expresado en las elecciones legislativas del 2010, a lo que se une que este colectivo es uno de los que menos vota, especialmente en las legislativas ? todo lo contrario que el perfil del varón blanco, jubilado y conservador que sí que acude a las urnas y vota al partido republicano. Este deterioro del apoyo hispano tiene además mucho que ver con las promesas incumplidas de Obama en materia migratoria. Los latinos pueden ser claves en estados como Colorado o Florida, donde según Kenneth Goldstein, profesor de política de la Universidad de San Francisco, "los demócratas están desesperados por movilizar al electorado hispano".
Otro grupo que, al igual que los latinos, está más inclinado al voto demócrata pero prefiere quedarse en casa, es el de las mujeres. Según The Wall Street Journal, un 51% prefiere una mayoría demócrata en la Cámara, frente a un 37% de los hombres. Lo mismo sucede con los afroamericanos, su tendencia también es demócrata, pero según las cifras del censo, solo 4 de cada 10 adultos va a votar. En cuanto a los jóvenes, un sondeo del Instituto de Política de la Universidad de Harvard asegura que un 51% de los votantes entre 18 a 29 años se decanta por los republicanos.
A estos detalles particulares, se añade un sentimiento general de desconfianza en el Congreso. Según Jefrey Pollock, presidente y fundador de Global Strategy Group, el 75% de los americanos desaprueba la labor del Congreso, solo un 12% considera que está haciendo bien su trabajo. Durante mucho tiempo no se ha confiado en el Congreso, como institución, pero sí en los congresistas. Ahora los americanos no confían ni en los congresistas. ¿De dónde viene esta pérdida de fe por los políticos? De un sentimiento que se resume, según Pollock, en que "no se hace nada" y hay poca esperanza para que esto cambie. El porqué de esta realidad, según Thomas Mann, del centro de investigación Brookings, tiene mucho que ver con que los políticos estadounidenses están más preocupados en enfrentarse unos a otros que en legislar. Los partidos están demasiado polarizados, la fórmula perfecta para la inacción.