Jean-Auguste Dominique Ingres (1780-1867) es uno de los pintores más influyentes en el devenir de la pintura de los siglos XIX y XX, del que no se conserva ninguna obra en colecciones públicas españolas. La exposición traza un recorrido cronológico-temático por más de 60 obras entre las que, además de los emblemáticos ejemplos procedentes de […]
Dirigentes Digital
| 23 nov 2015
Jean-Auguste Dominique Ingres (1780-1867) es uno de los pintores más influyentes en el devenir de la pintura de los siglos XIX y XX, del que no se conserva ninguna obra en colecciones públicas españolas.
La exposición traza un recorrido cronológico-temático por más de 60 obras entre las que, además de los emblemáticos ejemplos procedentes de Francia como La gran odalisca, que ha salido en contadas ocasiones del Museo del Louvre, o El sueño de Ossian del Museo de Ingres, se incluyen pinturas cedidas por instituciones belgas, inglesas, italianas y norteamericanas como La condesa de Haussonville o La Sra. Moitessier, iconos del género del retrato que hoy son universales.
Una ocasión extraordinaria que ofrece al visitante del Prado una experiencia de conjunto difícilmente repetible. La exposición será inaugurada por SM la Reina Dña. Letizia hoy, 23 de noviembre.
El Museo del Prado y la Fundación AXA presentan "Ingres", la primera exposición monográfica que se dedica en España a uno de los pintores más significativos del arte universal que, debido a circunstancias históricas complejas, no está representado en las colecciones públicas españolas. Razón por la cual esta revisión integral de la figura de Jean-Auguste Dominique Ingres ofrecerá al visitante una ocasión única y extraordinaria en el Prado para comprender y analizar la relación del maestro francés con los movimientos artísticos de su tiempo ? neoclasicismo, romanticismo y realismo- que no consiguieron desvirtuar ni su estilo ni su ideología.
Llevado por el impulso romántico de la búsqueda de la belleza ideal, que en él fue resultado de su atracción por la grandeza del pasado clásico y su fascinación por el arte de Rafael, Ingres engrandeció los géneros del retrato, del desnudo y la pintura de historia. Sus extraordinarias dotes como dibujante le sitúan además en la cúspide de esta disciplina y revelan su incansable búsqueda de perfección.
Sin embargo, su obra escapa a cualquier clasificación ya que exploró todos los temas y proposiciones estéticas de su época, pero rechazó las trabas a la libertad de elección de una escuela, de un movimiento o de un estilo.
Prueba de su carácter singular es la trascendencia que ha encontrado como precursor fundamental del lenguaje de las vanguardias y la abstracción y la influencia que ejerció, por ejemplo, en algunos de los pintores españoles más sobresalientes como Federico de Madrazo, Pablo Picasso o un joven Salvador Dalí.
La colaboración del Museo Ingres de Montauban ha sido determinante a la hora de poder presentar esta exposición en las salas del Prado, ya que ha cedido generosamente algunas de sus obras más emblemáticas. Por eso, con la colaboración de Acción Cultural Española (AC/E) como coorganizadora del proyecto, el 4 de diciembre y coincidiendo con el período de apertura de "Ingres", el Museo del Prado presentará en el Museo Ingres una selección de once obras de sus colecciones para mostrar un recorrido por el género de retrato en España.
La exposición
"Ingres" propone un recorrido cronológico-temático excepcional por la trayectoria artística del pintor en su totalidad mostrando al maestro en todo su esplendor.
Así, la muestra comienza con una seductora imagen del artista con la energía de su primera juventud, procedente del Metropolitan Museum of Art de Nueva York y se cierra con el Autorretrato de Ingres a la edad de 78 años, llegada de la Galería de los Uffizi de Florencia, que trasmite la señera autoridad del maestro en sus últimos años.
En este recorrido se prestará cuidadosa atención a su dedicación al género del retrato, que dejó tras de sí uno de los episodios más bellos de toda la pintura del siglo XIX. Capaz de captar con nitidez el carácter de sus modelos, supo reflejar con igual maestría la imponente presencia de un emperador -Napoleón I en su trono imperial del Louvre, un icono de la historia del arte- y el carácter soñador de un artista -François Marius Granet del Museo Granet en Francia-.
En todas sus efigies exhibe un lenguaje genuino, fruto del diálogo permanente que mantuvo con los retratos que había conocido en el Museo Napoleón y con los que posteriormente estudió en Italia. El del Señor Bertin procedente del Louvre, enérgica imagen del cuarto poder, o el de la Condesa de Haussonville de la Frick Collection de Nueva York culminan con soberbia perfección la trayectoria del maestro en este género.