Si los inversores están cada vez más concienciados sobre la importancia de establecer criterios de responsabilidad social en sus carteras, los ETF no iban a dejar de lado este factor. Hay criterios generales que se pueden aplicar a cualquier clase de activo, ya que las malas prácticas empresariales en temas como el bienestar general de […]
Dirigentes Digital
| 28 may 2018
Si los inversores están cada vez más concienciados sobre la importancia de establecer criterios de responsabilidad social en sus carteras, los ETF no iban a dejar de lado este factor. Hay criterios generales que se pueden aplicar a cualquier clase de activo, ya que las malas prácticas empresariales en temas como el bienestar general de la sociedad o el medio ambiente pueden repercutir en su negocio, causando un considerable daño en su reputación y, por ejemplo, fuertes multas. De esta forma, un número cada vez mayor de inversores, preocupados por proteger sus carteras de riesgos como estos que pueden ser perjudiciales para la cotización de las acciones, está sobreponderando a las empresas con fuertes calificaciones en criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza). En contraste, está creciendo de manera constante el grupo de inversores que infrapondera o evita por completo a las empresas con bajos ratings en estas áreas por agencias de calificación tales como Ethix, MSCI, Oekom, RepRisk, Sigwatch, Sustainalytics y TruCost. Desde la década de 1970, se han realizado más de 2.000 estudios académicos sobre la relación entre la adhesión a altos estándares de ESG y el rendimiento financiero de las empresas. Un análisis1 realizado en 2015 por Gunnar Friede, en asociación con la Universidad de Hamburgo y con el apoyo de DWS, mostró que la mayoría de estos estudios perciben una correlación positiva entre el seguimiento de los criterios ESG y el desempeño financiero. Los grandes bancos publican cada vez más estudios sobre la importancia financiera de los datos del ESG para las decisiones de inversión. Según Bank of America Merrill Lynch, en junio de 2017, por ejemplo, “el ESG ha sido mejor señal de la volatilidad futura de los beneficios que cualquier otra medida que hayamos observado”. Esta creciente concienciación significa que los inversores recurren cada vez más a fondos indexados de ESG. A finales de 2017, el volumen de inversión en ETF era de 39.200 millones de dólares. Sin embargo, se trata de una cantidad de capital relativamente pequeña en comparación con el mercado global de 9 billones de dólares para los fondos gestionados de forma pasiva. Tradicionalmente, el estilo de inversión de estos índices se basa en criterios de exclusión. Éstos podrían incluir, por ejemplo, empresas que producen armamento, como bombas de racimo o minas terrestres. Sin embargo, las circunstancias no siempre son tan inequívocas. Por ejemplo, es relativamente fácil excluir empresas que producen bebidas alcohólicas, pero es más difícil tomar esta decisión cuando se trata de compañías que venden las bebidas, pues también suelen comercializar bebidas no alcohólicas. El enfoque de inversión ‘la mejor de su clase’ se centra en las empresas que, en el pasado, han obtenido mejores resultados en términos medioambientales, sociales y de gobernanza empresarial que sus competidores en el mismo sector. Los índices ponderados siguiendo estos criterios pueden diferir significativamente de los índices con una ponderación tradicional basada en la capitalización bursátil. También existen índices temáticos, que invierten en empresas cuyos modelos de negocio incluyen la resolución de problemas ambientales o sociales específicos, tal vez mediante la aplicación de la tecnología adecuada. En la actualidad, los ETF más populares son los que replican índices orientados al medio ambiente o de bajas emisiones de carbono. Esta tendencia refleja el creciente interés por desvincularse de las inversiones en combustibles fósiles para hacer frente a la amenaza del calentamiento global.