La primera vez que se le puso nombre fue en 2007, por el economista Paul McCulley en las famosas reuniones de los banqueros centrales en Jackson Hole. En su intervención, se refirió a las entidades financieras no bancarias que no están sujetas a regulación como shadow banking, o banca en la sombra. Son difíciles de clasificar porque tienen una definición abierta que abarca desde Hegde Funds altamente especulativos, a banca de inversión y pasando por pequeñas entidades de capital riesgo. Pero comenzaron a llamar poderosamente la atención de los expertos cuando empezaron a comprar y vender deuda hipotecaria en Estados Unidos, el origen de la crisis subprime.
Pero su actividad es muy diversa, pasando por préstamos a especulación pura y dura, obteniendo liquidez a corto plazo para invertir a largo plazo. A pesar de su diversidad sus movimientos se mezclan, y a la vez que se dedican a conceder créditos, estos pasan a ser activos destinados a la inversión como deuda. Al estar al margen de la regulación, la cuantificación del dinero que mueven en créditos es difícil de establecer, pero fuentes del sector calculan se sitúa en torno a los 71 billones de dólares. Sus activos representan un promedio del 24% del total de los activos financieros de las economías más avanzadas y el 117% de su producto interior bruto. Las diferencias entre países son muy destacables. En Estados Unidos acapara casi la mitad del sistema, y en China su actividad ha crecido en el último año un 42%. "El sistema bancario en la sombra parece ser mayor en Estados Unidos, pero la intermediación financiera del crédito va en aumento en otros países", explicaba Laura Kodres, subdirectora del departamento de Mercados Monetarios del FMI.
En estos países se han convertido en una alternativa de financiación del sector privado, que se complementa con los cauces tradicionales de la banca comercial. Y más cuando el crédito no termina de fluir a la economía real pese a las medidas adoptadas por los bancos centrales. El Gobierno de Rajoy ultima estos días un Real Decreto para permitir que los fondos desembarquen en el tejido empresarial ante las dificultades que tienen las
empresas para encontrar financiación.
"Este tipo de financiación ya funciona en España", aclara Carlos Sánchez, presidente de Attac España. Según el economista, los fondos de inversión llevan tiempo actuando sobre la economía española. La peor cara de estas instituciones la vivimos cuando la crisis de deuda soberana estaba en su climax y vendían bonos y obligaciones disparando la
rentabilidad. Pero también financiando a empresas, señala el experto. Hasta ahora los fondos de alto riesgo se radican en Luxemburgo, u otros países que se lo permitieran para cerrar operaciones de financiación con grandes empresas.
A partir del nuevo decreto operarán con libertad para financiar a medianas y pequeñas empresas. Fuentes del sector afirman que los costes de financiación no serán más altos que la de la banca tradicional. Donde está la ventaja es que no serán tan exigentes para concederlos. "No creemos que a los fondos les interese conceder crédito a las pequeñas empresas", asegura Sánchez.
Para que sea atractivo el Gobierno les permitirá invertir en préstamos y crédito ya concedidos. Algo que no es nuevo como se ha visto en el sector financiero, con hedge funds comprando cartera de crédito hipotecario a las entidades españolas. Pero lo que sí es novedoso es que se les permita vender la deuda adquirida para conceder nuevos créditos. Se activa la "cadena titulización". Se origina el crédito, luego se vende y pasa a formar parte de paquetes de más deuda que se coloca entre los inversores. "Los fondos que compran pagarés, créditos de empresas o activos hipotecarios son considerados banca en la sombra", explica Kodres, "mientras los inversores comprendan donde meten su dinero y las actividades no planteen riesgo indebido al sistema no hay nada oscuro". El problema viene cuando se duda del valor real de los activos como sucedió con las hipotecas subprime, que fueron vendidas como deuda de máxima calidad.
Muchos expertos consideran que las prácticas de la banca en la sombra acarrea un riesgo sistémico. Los activos no están respaldados por capital que absorban las pérdidas como están obligados los bancos comerciales cuando conceden un crédito. "Aún no se ha determinado cuáles son los verdaderos riesgos de estas actividades y su importancia", asegura Kodres.