El mercado financiero está saturado de productos crediticios. Las ofertas, cuanto más llamativas mejor, se suceden tanto en los escaparates urbanos como en los virtuales: desde préstamos personales tradicionales hasta minicréditos online sin papeleos contratables por Internet, sin olvidar los préstamos P2P, las tarjetas de crédito o los préstamos preconcedidos, que ahora, incluso, pueden tramitarse […]
Dirigentes Digital
| 13 may 2016
El mercado financiero está saturado de productos crediticios. Las ofertas, cuanto más llamativas mejor, se suceden tanto en los escaparates urbanos como en los virtuales: desde préstamos personales tradicionales hasta minicréditos online sin papeleos contratables por Internet, sin olvidar los préstamos P2P, las tarjetas de crédito o los préstamos preconcedidos, que ahora, incluso, pueden tramitarse al instante desde un cajero automático. La tentación está demasiado cerca. Sin embargo, es importante ser conscientes de nuestra capacidad para contraer deudas y de hasta cuánto podemos exprimir nuestro presupuesto mensual para no acabar en una situación asfixianteque acabe derivando en impagos.
Solo hasta el 40 % de los ingresos
La mayoría de los expertos opinan que no se debería dedicar más del 40 % de los ingresos mensuales a satisfacer deudas. Superado ese tanto por ciento, el nivel de endeudamiento empezaría a ser preocupante, ya que se reducirían las partidas dedicadas a otros aspectos fundamentales como la alimentación, el vestir o el ahorro. Es decir, una persona que cobra 1.000 euros netos mensuales, debería limitar a 400 euros las cuotas de sus préstamos para tener disponibles los 600 euros restantes, señalan desde el comparador bancario HelpMyCash.com.
Un objetivo que, con el nivel de vida actual, parece difícil de cumplir. Es un reto que no todas las familias pueden asumir y que puede derivar en una situación de impagos, en la inclusión en un registro de morosos e, incluso, en el embargo de nuestra nómina o bienes.
Pero, cuidado, porque ese 40% (algunos expertos rebajan la cifra al 35 oal 30%) se refiere al total de las deudas acumuladas, lo que implica sumar las cuotas mensuales de todos los créditos (préstamo hipotecario, compras pagadas a plazo, préstamo coche, etc.).
Mejor si tenemos margen de maniobra
La planificación es básica a la hora de gestionar las finanzas personales. Cuando se contrae una deuda, es importante ser previsor y plantear la posibilidad de que, en el futuro, quizá se sumen otras. Así, aunque nuestro historial creditico esté impoluto, si firmamos un préstamo su cuota no debería ascender hasta el 40% de nuestros ingresos, ya que nunca sabemos si en unos meses vamos a necesitar un préstamo extra, en cuyo caso sobrepasaríamos la barrera aconsejada de endeudamiento.
Lo mismo ocurre con la hipoteca. Si bien la financiación para adquirir una vivienda suele suponer un desembolso mensual considerable y sus cuotas acostumbran a ser las más voluminosas del total de deudas que podamos tener vigentes, también deberíamos tener en cuenta el tanto por ciento recomendado. Y no solo por si en el futuro necesitamos asumir otro préstamo, sino para tener cierto margen de maniobra en caso de que el euríbor suba y las cuotas se disparen, por ejemplo.
Cada familia es un mundo
Lógicamente, las medidas anteriores no son equiparables a todos los hogares. Una familia sin hijos compuesta por dos miembros que ingrese 5.000 euros mensuales seguramente no tendrá dificultades en asumir una cuota mensual del 50 o del 60 % de su sueldo, ya que aún le quedaría una cantidad razonable para vivir. Mientras que un núcleo familiar con unos ingresos totales de 1.000 euros quizá tenga que reducir el tanto por ciento del 40 al 30 para poder vivir cómodamente.
El truco, como siempre, reside en analizar y gestionar correctamente nuestra economía doméstica. No obstante, si finalmente llegamos a alcanzar una situación asfixiante que comprometa nuestra estabilidad financiera, es importante reducir al máximo nuestras deudas y, sobre todo, no contraer otras. Apretarse el cinturón, ajustar el presupuesto mensual y despedirse de la tarjeta de crédito puede ser un buen punto de partida.
Otra opción es solicitar una carencia de capital de alguno de los préstamos vigentes. Eso sí, tenemos que tener presente que al finalizar el plazo las cuotas volverán a ser las mismas que antes y que, además, la deuda se alargará y acabará saliendo más cara, ya que se habrán pagado más intereses. No obstante, puede ser una alternativa para sanear nuestras finanzas y liquidar otras deudas durante ese período.