Una vez solventada la tormentosa formación de Gobierno en Alemania y tras una infructuosa visita al presidente de EEUU, Donald Trump, la canciller alemana Angela Merkel ha retomado su agenda comunitaria este pasado lunes, en la que está pendiente desde 2012 la puesta en marcha de la unión bancaria europea. En una reunión de su […]
Dirigentes Digital
| 08 may 2018
Una vez solventada la tormentosa formación de Gobierno en Alemania y tras una infructuosa visita al presidente de EEUU, Donald Trump, la canciller alemana Angela Merkel ha retomado su agenda comunitaria este pasado lunes, en la que está pendiente desde 2012 la puesta en marcha de la unión bancaria europea. En una reunión de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), en Frankfurt, Merkel ha asegurado que su propuesta para la reforma financiera de la eurozona pasa por una reducción de los riesgos del sector bancario europeo antes de que se pueda formar la proyectada unión bancaria. Además, la canciller germana ha exigido que el Fondo de Rescate Europeo (MEDE) se mantenga bajo el control de los parlamentos de los Estados miembros, reiterando su visión de que “el MEDE es un organismo intergubernamental”. Este punto de vista choca frontalmente con la posición de la Comisión Europea (CE), que el pasado mes de diciembre dio a conocer su propuesta para crear un Fondo Monetario Europeo, que se encargaría de llevar a buen término la unión económica y bancaria y de gestionar posibles rescates a entidades fallidas. El debate sobre el modelo de gobernanza económica de la Unión Europea busca completar el proceso de la unión bancaria, aunque Bruselas y Berlín tienen puntos de vista divergentes acerca de cómo alcanzar esa reforma que tiene como meta la estabilización de la zona euro, mientras que el Gobierno francés ejerce de contrapeso en la negociación. La falta de sintonía entre esas distintas versiones de la reforma de las estructuras económicas comunitarias se hizo patente el mes pasado en la reunión en Berlín entre Angela Merkel y el presidente francés, Emmanuel Macron. El mandatario galo aboga por centralizar el poder en un ministerio europeo de Finanzas y un presupuesto conjunto para la eurozona, en línea con la CE y dejando a Merkel más aislada a nivel continental. Desde el Gobierno alemán, se rechaza la idea de una nueva pérdida de control legislativo por parte de los parlamentos nacionales para alcanzar la unión bancaria y se considera un paso atrás la idea de compartir presupuesto y riesgos con los países del sur de la zona del euro. Para hacer valer sus tesis, Berlín tendrá que aglutinar el apoyo de sus aliados tradicionales, como Austria, Finlandia u Holanda, y atraer a su posición a países de un perfil crecientemente euroescéptico, como los componentes del Pacto de Visegrado, Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia, cuyo respaldo podría ser un alma de doble filo para Merkel en cuestiones como el derecho de asilo o la política exterior hacia Rusia. En plena negociación con Reino Unido para concretar las condiciones del Brexit y su futura relación bilateral con la UE, Bruselas debe afrontar ahora el debate sobre su futuro inmediato, que se ha visto postergado por las dificultades de Merkel para conseguir apoyos para volver a formar Gobierno, por la carencia de perspectivas de gobernabilidad en Italia y por la resistencia que están encontrando las reformas de Macron en Francia.