Simplemente somos un ítem al que coser a sablazos, a tasas, a peajes, a impuestos, a descuentos ridículos con letra pequeña y penalizaciones escandalosas, a hacernos creer que el precio gordo que aparece en la propaganda es nuestro precio, y que además nos regalan una tablet del copón, cuando lo único gratis que dan es la llamada a su centro de llamadas.
Somos la gallina de los huevos de oro a la que despluman sin piedad y que ordeñan hasta la extenuación, y mientras no se organice la ciudadanía en vez de delegar, mientras no se organicen los consumidores en vez de poner el lomo y la billetera, seguiremos teniendo el ADSL más caro del continente europeo. Pagar la hipoteca, abrir un grifo, darle al interruptor de la luz, el mismo salir de casa y coger un transporte colectivo, todo se ha convertido en una fuente de recaudación que al 21% convierte los céntimos en millones de euros… con un retorno cada vez más puesto en entredicho. Y mientras no se entiendan estos productos como de primera necesidad, estarán al albur de la libertad de mercado y las leyes de la oferta y la demanda, o sea, de lo que dispongan las autoridades oportunas en beneficio de unos pocos.
¿Qué diferencia a un ciudadano británico en el uso de las nuevas tecnologías de uno ibérico? ¿Escribir con la mano izquierda en sentido contrario? Entre otras cosas, en que nuestra cuota de línea telefónica fija es cerca de un 80% más cara en España que en Inglaterra (únicos dos países que, por cierto, aún la mantienen), y el ancho de banda un 114% más barata en la Blanca Albión que en esta Piel de Toro. Navegar por Internet, o poner un negocio basado en el comercio electrónico o en servicios en línea, tiene penalización en España; o si se prefiere, una prima negativa, o un portazgo de vellón, o una barrera invisible al progreso y a la innovación.
En Europa no se entiende
La Comisión Europea ya denunciaba en marzo del presente año en un informe disparidades de hasta por cuatro en el precio de la banda ancha en el continente europeo, donde los españoles ganaban "la lotería" de ser el segundo país más caro tras la isla de Chipre (con poco más de un millón de habitantes). Este informe, basado a su vez en cuatro estudios diferentes, mostraba una conclusión demoledora: no existe ninguna pauta ni coherencia en los mercados de la banda ancha de la Unión Europea, ni una justificación técnica para esa desproporción de precios, que ni siquiera está alineada a la renta nacional.
Y es que el informe tomaba por base tanto el poder adquisitivo como la oferta de banda ancha entre 12 y 30 Mbps en cada estado miembro durante 2013. El precio mínimo en España para ese caudal de datos ronda los 40 euros mensuales, es decir, un 276% más caro que en el país más barato, Lituania, donde cuesta poco más de 10,30 euros al mes.
Podría pensarse que estas diferencias ¡de tres dígitos! entra dentro de lo normal al ser comparado con los países del Este, donde el poder adquisitivo es menor. Así, Rumanía o Estonia, con rentas de 375 y 532 euros al mes respectivamente, tienen unos precios medios de 11,20 y 14,60 euros al mes. Sin embargo, el informe europeo trae sorpresas: países avanzados como Holanda, con una renta de 2.435 euros mensuales, pagan 18,99 euros por su ADSL; incluso Francia o Italia, con rentas de 2.130 y 1.898 euros respectivamente, tienen un precio de banda ancha fija de 25,28 y 26,35 euros mensuales.
Pero lo más doloroso para un contribuyente español, es la discriminatoria comparación con ingleses y alemanes. Nosotros pagamos un 114% más por nuestro acceso a Internet que lo que paga un británico (18,11 euros/mes) o un 93% más que los germanos (20,09 euros/mes), precios que le oferta nuestra operadora de bandera (hasta la época Aznar) que funciona en esos dos países bajo la enseña O2 (adquirida a British Telecom cuando las promesas de desnacionalizaciones traería competencia y mejores precios a los ciudadanos europeos). Aquí, nos toca Movistar, y después de veinte años pagamos 38,73 euros mensuales como campeones por el mismo ADSL (salvo que el nuestro trae más vitamina D por el Sol y eso sí es más saludable…).
Cabría pensar que Orange o Vodafone nos acercarían precios de sus países de origen, pero no es el caso. Alguien en la
Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones o en el ministerio no se quiere enterar, o le obligan a mirar a otro lado, o no son capaces de tener la valentía de contar y explicar a los ciudadanos que no se les puede bajar el ADSL porque se caería el sombrajo. Y es que si mal que bien, el país ha resistido hasta aquí el embate de esta crisis cogido con alfileres, es en una gran parte a costa de los 18 millones de "paganinis" que sufren la presión fiscal más alta de la UE. Todo eso, encima, para después tener en el tercer ojo la difusa o certera impresión de quiénes son los que se lo han llevado crudo.
¡Pero si hasta Portugal, que ha de afrontar dos puntos porcentuales más de IVA que nosotros por imperativo de la troika, paga por su banda ancha un 25% menos (30,92 euros/mes)! Desde luego, algo que no va en relación con el salario medio de cada país. Según datos oficiales, el sueldo bruto en España es de 1.615 euros/mes, un 16,5% inferior al de la media de la UE de los 27 (1.936 euros/mes). Esto significa que mientras un español, ganando menos, dedica cerca del 2,5% de su salario a pagar Internet, un británico, ganando más, sólo destina un 1%.
Una autopista llena de adoquines
Otra de las conclusiones más llamativas del informe es que, de media, los consumidores únicamente disfrutan del 75% del caudal de datos que han contratado. Una calidad del servicio que aún es peor en el caso del ADSL a través del par de cobre, pues ni siquiera alcanza el 64% de la capacidad contratada. Es como si por cada kilo de azúcar o de pan, el tendero se quedara anchamente con un cuarto de lo pagado… y no pasase nada; claro, que para los que usábamos aquellas viejas cabinas telefónicas, ya estábamos acostumbrados a perder el cambio. Sólo el cable con un 89,5% y la fibra con un 82,7% mejoran sensiblemente la fiabilidad del servicio.
Esta situación, que la propia Comisión Europa calificaba en su informe de "lotería geográfica", provocó el enojo de su entonces vicepresidenta, Neelie Kroes, que sostenía que "no existe un mercado único de Internet" y advertía que "eso tiene que cambiar". Vamos a ver ahora, si la renovada Comisión, toma pronto cartas en el asunto. La principal razón de estas diferencias no puede ser atribuida a las variaciones de costes e ingresos de cada país como hemos repasado, sino a la persistente fragmentación territorial y la herencia de un competidor con un enorme peso en su coto nacional.
En ese sentido, y a través de la iniciativa "
Un continente conectado", estamos los europeos del Sur esperando se corrijan esas diferencias otorgando más poder a los consumidores y favoreciendo que las operadoras puedan vender sus servicios a consumidores de otros países. En cuanto se pudiera contratar el ADSL en Portugal o en Francia se arreglaba el asunto, y al paso que va la G5, no haría falta ni cavar una zanja.
Ese paquete de medidas, en concreto, propondría nuevos derechos como el de contratos con un lenguaje más sencillo y con información comparable; facilidades para cambiar de proveedor y, en ese caso, que su correo electrónico sea debidamente redirigido al servicio del nuevo proveedor. En realidad, las conclusiones del informe de la CE no nos pillan por sorpresa. La situación de precios abusivos que debemos pagar los españoles por un acceso a Internet de calidad mediocre viene de lejos. Y lo peor, es que no sabemos en qué momento cambiamos cuota de leche por megabits por segundo, perdiendo en ambos casos. A no ser que fuera para seguir manteniendo ayudas a la producción de lino o a los cursos "fantasmas" de formación, claro.
Al menos, la buena noticia es que parece que desde las instituciones europeas existe el compromiso de querer equiparar por fin los precios y, dado que somos de los más caros, pase lo que pase la situación no puede empeorar. Dicho de otro modo, todo el margen que existe es de mejora. Ya se ha empezado por el roaming en telefonía móvil, y deberán seguir cayendo estas alcabalas más dignas de la época medieval que del siglo XXI.
