De antemano decir que no es justo culpar a los cuerpos y fuerzas del estado porque una ‘panda’ de desequilibrados se cite para ‘matarse’ antes de un partido de fútbol. Evidentemente, esto no es fútbol. Pero, atendiendo a las desgraciadas consecuencias de este enfrentamiento, que se terminó convirtiendo en una auténtica batalla campal, sí es […]
Dirigentes Digital
| 01 dic 2014
De antemano decir que no es justo culpar a los cuerpos y fuerzas del estado porque una ‘panda’ de desequilibrados se cite para ‘matarse’ antes de un partido de fútbol. Evidentemente, esto no es fútbol. Pero, atendiendo a las desgraciadas consecuencias de este enfrentamiento, que se terminó convirtiendo en una auténtica batalla campal, sí es el momento de buscar a los responsables de no haber previsto que podía darse un altercado como este.
En primer lugar, hay que señalar directamente a los clubs. Principalmente al Atlético de Madrid, ya que, aunque en boca de su presidente, Enrique Cerezo, y su consejero delegado, Miguel Ángel Gil Marín, ha condenado lo ocurrido, ambos también han intentado desvincular al club y al Frente Atlético (ultras del atlético de Madrid) de los hechos. "Ni Atlético ni Deportivo tienen nada que ver con esto, ocurrió lejos del estadio", fueron las bochornosas palabras de Cerezo al respecto.
Es misión imposible intentar no relacionar al Atlético con esta historia, ya que Francisco Javier Romero Taboada, el fallecido, murió a manos de seguidores de este club, que le propinaron una paliza y más tarde le tiraron al río. Estos ‘presuntos asesinos’, se esconden detrás del escudo del Atlético de Madrid y de la protección que les da ser sus hinchas ‘más fieles’.
El ‘Frente Atlético’ es el grupo ultra más numeroso de España. El Atlético cifra en 4.000 el número de aficionados que se citan cada domingo en el Fondo Sur del Calderón. De ellos, una parte conforman el Frente Atlético. Fundado hace 32 años, su ideología es de extrema derecha, algo que también se refleja en algunos de sus cánticos habituales.
Por desgracia, la política está instaurada en los fondos de muchos estadios, donde los ‘aficionados’ un día son hinchas de un equipo y al siguiente de otro, dependiendo de la corriente ideológica que les guíe. Cuando la política llevada al extremo entra dentro de un estadio, el fútbol sale por los tornos del mismo.
Volviendo al altercado, varios medios apuntan a que la Policía conocía que decenas de miembros del Frente Atlético habían quedado a las siete de la mañana "para desayunar", pero no le dieron importancia. Pensarían que son ‘chavales’ muy madrugadores.
En realidad esto es solo una muestra de lo que todos imaginábamos, que la pelea fue el resultado de un conjunto de errores policiales, que empezaron cuando los hinchas gallegos burlaron el control de seguridad que sobre estos grupos ejercen las Brigadas Provinciales de Información. Los Riazor Blues salieron de Lugo, no en La Coruña, es decir, desde un lugar distinto al que lo hacen habitualmente cuando viajan. En su camino, recogieron a miembros de Bukaneros (los ultras del Rayo Vallecano) y a miembros de Alkor Hooligans, del Alcorcón, todos ellos con ideología de extrema izquierda. Lo que supone que el enfrentamiento se convirtió en una batalla política e ideológica.
Por otro lado, si el partido hubiera sido declarado de riesgo medio o alto, se habría escoltado a los autobuses de los ultras gallegos desde 50 kilómetros antes de llegar a Madrid, y se les habría llevado escoltados hasta entrar en el estadio.
La propia delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, puntualizó: "Según la jefatura superior de policía de Galicia no estaba prevista la llegada a Madrid de estos ultras". Es decir, nadie fue capaz de aclarar dónde compraron las entradas y cómo pudo pasar desapercibida una caravana con un centenar de radicales deportivistas rumbo a Madrid.
Mano dura
En medio de esta barbarie, lo único que está claro es que hay que acabar con la convivencia y transigencia que los equipos de fútbol muestran con sus seguidores radicales. Ellos cantan y animan sí, pero eso también lo hace el resto de personas que acude con su familia, su pareja o amigos a ver un partido de fútbol. El fútbol es confrontación, disputa, pero nunca violencia. En el fútbol han encontrado amparo y consentimiento, grupos radicales como el Frente, que ya tiene dos muertos a sus espaldas. Hace 17 años, Ricardo Sierra, seguidor radical del Atlético de Madrid mató de una puñalada en el corazón a Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad y que había viajado con su novia a Madrid para ver el partido.
En realidad, la gente que ama el fútbol y al Atlético de Madrid no quiere ultras y mucho menos ‘asesinos’ en sus gradas, pero parece que Gil Marín no termina de enterarse y declara: "Yo no soy quien para disolver el Frente Atlético". Entonces ¿Quién lo hará?