Rebajar las expectativas a la hora de intentar recibir retorno o modificar la estrategia. Esa es la cuestión que van a perseguir los inversores a partir de ahora. La rentabilidad real de las carteras tradicionales, principalmente bonos y acciones de mercados desarrollados, será posiblemente mucho más baja, 1% anual, históricamente mínima. Hay que tener en […]
Dirigentes Digital
| 05 sep 2017
Rebajar las expectativas a la hora de intentar recibir retorno o modificar la estrategia. Esa es la cuestión que van a perseguir los inversores a partir de ahora. La rentabilidad real de las carteras tradicionales, principalmente bonos y acciones de mercados desarrollados, será posiblemente mucho más baja, 1% anual, históricamente mínima. Hay que tener en cuenta que es previsible un crecimiento económico deficiente, particularmente en países desarrollados, mayor inflación, débil aumento de productividad y alto nivel de deuda, sin que los mercados puedan seguir confiando en la generosidad de los bancos centrales. Además, los electores están cuestionando los beneficios de la globalización y las políticas pueden ser menos predecibles y ortodoxas. A ello se añade que partimos de precios de bonos y acciones a niveles históricamente caros. En este escenario las acciones de mercados desarrollados pueden proporcionan 3,5% anual en moneda local –mitad de su promedio de 20 años-. De hecho, la prima de riesgo puede aumentar si, como parece probable, la volatilidad aumenta desde el actual nivel históricamente bajo. Todo esto puede pesar fuertemente en acciones más caras, como las de EEUU. Las valoraciones en Japón y Europa son más bajas, debido a que estas economías se encuentran en una fase anterior del ciclo. Su rentabilidad sobrepasar la de EEUU en alrededor de 5% anual en dólares los próximos cinco años y aun así seguir 40% por debajo de la media relativa a largo plazo. Reducir el peso de acciones del mundo desarrollado y más acciones de emergentes La perspectiva es más positiva para inversores dispuestos a ir un poco más allá de lo convencional en terrenos menos conocidos de mayor riesgo. En concreto conviene reducir el peso de acciones del mundo desarrollado, destinar más a acciones de emergentes y considerar un enfoque sector por sector para facilitar una rentabilidad de un solo dígito medio a alto ajustado a inflación. Así, la renta variable emergente tiene potencial de doble dígito anual, beneficiada por un dólar más débil, lo que reduce la salida de capitales y genera menor inflación. Los programas de reestructuración económica en India, Brasil, Indonesia y Arabia Saudita pueden aumentar el crecimiento potencial y reducir deuda externa. Pero si el comercio mundial sucumbe a medidas proteccionistas de EEUU y China es incapaz de contener el aumento de la deuda privada serán vulnerables. Así que conviene asignar a países de gran economía doméstica, bajo nivel de deuda pública y población relativamente joven –India e Indonesia-. Para aquellos que pueden aceptar riesgo los mercados frontera ofrecen oportunidades aún más atractivas, pues a medida que los fabricantes chinos se mueven a bienes de mayor valor añadido otros como Camboya, Laos, Myanmar y Vietnam ocupan la brecha. Son mercados idiosincrásicos de valoraciones baratas que pueden atraer flujos si pasan a formar parte de los índices de renta variable emergente.