La curva de rendimientos suele considerarse el mejor indicador de recesión para Estados Unidos, puesto que una recesión en el país norteamericano también implica que la renta variable mundial alcance su techo, la actual obsesión del mercado con la curva de rendimientos se explica por sí misma, según explican los expertos de la gestora Nordea […]
Dirigentes Digital
| 07 may 2018
La curva de rendimientos suele considerarse el mejor indicador de recesión para Estados Unidos, puesto que una recesión en el país norteamericano también implica que la renta variable mundial alcance su techo, la actual obsesión del mercado con la curva de rendimientos se explica por sí misma, según explican los expertos de la gestora Nordea AM.
En este sentido, la inversión de la curva supondría la antesala de una recesión en Estados Unidos pero, en caso de no producirse, los inversores pueden despreocuparse, al menos en teoría. Aunque se ha aplanado de forma considerable, la curva de rendimientos nominales (la diferencia entre los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 y 2 años) sigue situándose a 0,5 puntos del umbral de inversión. Por tanto, en el caso de que no se produzca, ¿podemos estar tranquilos? En opinión de estos expertos, la cuestión no es tan sencilla…
En primer lugar, cabe destacar por qué la curva de rendimientos estadounidenses reviste importancia: se trata de un indicador adelantado del ciclo crediticio. Los bonos con mayores vencimientos reflejan el potencial de crecimiento y de rentabilidad. Los bonos con vencimientos cortos son un indicador de la política monetaria y de los costes de financiación.
En consecuencia, si los rendimientos del tramo corto son reducidos y los del tramo largo elevados, “emitir deuda e invertir tiene sentido, dado que el ciclo da muestras de dinamismo, lo que apuntala el crecimiento y la inflación”. En caso de darse la situación contraria, invertir resulta menos atractivo y tomar prestado, arriesgado; la economía se ralentiza en una espiral deflacionista y, en última instancia (es decir, si se produce una inversión de la curva), entra en recesión.
En segundo lugar, no debería considerarse a la curva de rendimientos como una variable binaria: el grado de aplanamiento también reviste importancia, no solo el hecho de si se ha producido o no una inversión de esta. De cara a ilustrar este razonamiento, fijémonos en la curva de rendimientos reales (esto es, ajustados a la inflación), dado que, en última instancia, lo que nos importa es el crecimiento real. La curva de rendimientos reales de EE. UU.se encuentra en el nivel más plano en más de diez años, a solo diez puntos básicos de una inversión.
En términos reales, el aplanamiento, que ya está sucediendo, “indica que el crecimiento debería empezar a ralentizarse a partir de ahora, dado que el ciclo crediticio está revirtiéndose y el aplanamiento de la curva debería conllevar un endurecimiento de las condiciones de concesión de préstamos”. Este podría ser uno de los principales motivos por los que los mercados a plazo descuentan ya el final del ciclo de subidas de la Fed, ya que los tipos a plazo a tres años son inferiores a los tipos a plazo a dos años.
En tercer lugar, el aplanamiento de la curva de rendimientos reales tiene repercusiones de gran calado para los mercados: dado que la reversión del ciclo crediticio es deflacionista en sí misma, debería existir un límite hasta el cual puedan subir los tipos estadounidenses a largo plazo, a pesar del repunte a corto plazo de la inflación. Además, dado que el crecimiento sigue revisándose al alza, aseguran desde Nordea “es probable que se produzcan decepciones. Ante esta situación, resulta cada vez más necesario contar con activos líquidos y seguros que generen rentas”. Por tanto, si quiere hacer caso omiso de la curva de rendimientos reales, hágalo por su cuenta y riesgo.