En el periodo de 12 meses hasta el 31 de julio de 2017, el índice MSCI Emerging Markets se anotó un 24,84% en términos de dólar, según datos de Lipper. Durante el mismo periodo, el índice de deuda pública JP Morgan GBI-EM Global Diversified subió un 7,97%, y el de deuda corporativa JP Morgan CEMBI […]
Dirigentes Digital
| 04 ene 2018
En el periodo de 12 meses hasta el 31 de julio de 2017, el índice MSCI Emerging Markets se anotó un 24,84% en términos de dólar, según datos de Lipper. Durante el mismo periodo, el índice de deuda pública JP Morgan GBI-EM Global Diversified subió un 7,97%, y el de deuda corporativa JP Morgan CEMBI Broad Diversified ganó un 5,97%. Miedo al pasado Por muy impresionantes que sean esas rentabilidades, el recuerdo de la “pataleta” de los mercados emergentes en 2013 ante la perspectiva de retirada gradual del programa de flexibilización cuantitativa (QE) de la Reserva Federal estadounidense (el famoso taper tantrum) todavía está fresco en la memoria. Y si su experiencia se remonta atrás lo suficiente, la crisis asiática de hace dos décadas todavía da escalofríos a algunos inversores, especialmente desde que algunos la consideran como la “precursora de la crisis financiera global”. Así que, cuando uno invierte en nombre de sus clientes, se enfrenta a un dilema difícil: no quiere tener que explicarles por qué se han perdido un repunte del 20%, ni por qué su cartera se ha desplomado un 20% en poco tiempo. Además, los propios clientes podrían tener ideas erróneas a considerar, sobre todo si ven a los mercados emergentes como “inversiones infradesarrolladas y de mayor riesgo”. El riesgo es un concepto con el que seguramente estarán familiarizados, pero se trata de un término claramente subjetivo, y dependiendo de su horizonte de inversión, podrían permitirse poner un poco de “riesgo” sobre la mesa. A este respecto, Rob Marshall-Lee –líder del equipo de renta variable emergente y asiática en Newton– cree que hoy en día la prima de riesgo político podría considerarse más alta para ciertos mercados desarrollados que para algunos emergentes. En los últimos años, además, la debilidad cambiaria ha sido un obstáculo significativo para las acciones de mercados emergentes. La mayoría de estas divisas parecen baratas actualmente, con lo que la perspectiva de una devaluación marcada y continuada le parece menos plausible. Un elemento que podría alejar a ciertos inversores de las acciones emergentes, explica Marshall-Lee, es que los motores sectoriales de rentabilidad en 2016 fueron básicamente los más rezagados de 2015, cuando los precios de las materias primas y las bolsas y divisas relacionadas se desplomaron. “Para registrar rentabilidades superiores en esos dos años, una cartera de mercados emergentes tendría que haber alterado agresivamente su posicionamiento de un año a otro”, comenta. Para tratar de mitigar tales temores, él opta por considerar las inversiones con un horizonte mínimo de cinco años: “En lugar de intentar adivinar qué rumbo tomará el mercado en el corto plazo, creemos que mejor aplicar un enfoque de inversión a largo, dirigido a tomar decisiones de inversión racionales en base a fundamentales subyacentes más duraderos”.
Marshall-Lee: “No todas las compañías de mercados emergentes presentan un panorama prometedor, y aunque las medidas de ciclo retrospectivas pueden tener defectos, también los tienen las medidas prospectivas. Este es especialmente el caso del ratio PER proyectado a un año, que tiende a ignorar en qué fase del ciclo se encuentran sectores específicos y las rentabilidades al vencimiento (TIR) de la renta fija.” Por consiguiente, Marshall-Lee considera más importante que nunca adoptar un enfoque selectivo, teniendo en cuenta temas clave como niveles de endeudamiento, política, productividad, proteccionismo y dinámica poblacional. mejor aplicar un enfoque de inversión a largo, dirigido a tomar decisiones de inversión racionales en base a fundamentales subyacentes más duraderos”.