Es un lugar común afirmar que nos falta tiempo: para gestionar mensajes, para finalizar tareas, y hasta para quedar con nuestros amigos. Da la impresión de que nuestra vida evoluciona en un constante fluir de ocupaciones y preocupaciones en las que no parece haber solución de continuidad. Sin embargo, la realidad dista mucho de ser […]
Dirigentes Digital
| 12 ene 2016
Es un lugar común afirmar que nos falta tiempo: para gestionar mensajes, para finalizar tareas, y hasta para quedar con nuestros amigos. Da la impresión de que nuestra vida evoluciona en un constante fluir de ocupaciones y preocupaciones en las que no parece haber solución de continuidad. Sin embargo, la realidad dista mucho de ser así. Porque sí tenemos tiempo, lo que no tenemos es la capacidad de gobernar nuestra mente para ocuparla con lo que realmente nos importa.
En cualquier país desarrollado el número medio de horas de visionado de televisión se sitúa en torno a cuatro horas diarias. Según el esquema proporcionado por el Espacio Europeo de Educación Superior, hacen falta cuarenta horas a la semana para superar un grado universitario, luego a razón de cuatro horas al día, en ocho años todos tendríamos uno de estos títulos, y en dos años más un máster. Y eso solo trabajando de lunes a viernes, y solo prescindiendo de la televisión, es decir, sin contar con la abrumadora cantidad de tiempo que también gastamos en consumir contenido, muchas veces insustancial, en las redes sociales. Hay otra forma de verlo: si el día tiene 24 horas, e invertimos 8 en dormir y 8 en trabajar: ¿a qué dedicamos las 8 restantes? ¿Y las 32 que tenemos libres cada fin de semana? Evidentemente el cuidado de la familia, las labores del hogar y los necesarios desplazamientos consumen tiempo, pero sumar la cantidad de horas de las que disponemos mensualmente, exceptuando el trabajo y el descanso, es un buen ejercicio para tomar conciencia del tiempo que tenemos para organizarnos. En un mes normal, estamos hablando de nada menos que de 300 horas.
Al igual que en los medios de comunicación hablamos de share of audience (el porcentaje de personas que en un momento dado están viendo un programa determinado), y en el mundo de la empresa hablamos de share of wallet (el porcentaje del dinero que un consumidor invierte en una marca), en el terreno del éxito personal podríamos hablar de share of mind, que sería el porcentaje de tiempo en el que estamos dedicando nuestra mente a lograr los objetivos que perseguimos.
Un ejercicio sumamente interesante es analizar, a lo largo de un día, en cuántas ocasiones estamos pensando en algo que realmente nos aporta algo, bien porque es productivo o bien porque simplemente nos genera felicidad. Si todo nuestro tiempo nos dedicáramos a ser productivos o a ser felices la vida sería de otra manera, sin lugar a dudas. Pero lo que nos ocurre es que la enorme cantidad de estímulos que pugnan por ganar nuestra conciencia acaba venciendo nuestra capacidad de atención y, como en esta sociedad nuestra tampoco estamos acostumbrados a ejercitar la fuerza de voluntad, de repente nos encontramos malgastando el tiempo en las redes sociales, siguiendo un programa de televisión que no nos aporta absolutamente nada o, peor aún, viendo un anuncio que hemos visto por lo menos una docena de veces y que, además, publicita un producto que jamás compraremos porque no va dirigido a nosotros.
Estar en lo que tenemos que estar, dedicar nuestra mente a aquello que en realidad nos sirve y nos aporta, es una de las cualidades menos frecuentes pero más necesarias en nuestro mundo moderno. Y se logra, en primer lugar, ejercitando esa habilidad que tenemos los seres humanos para ser conscientes de nuestros propios pensamientos. Y en segundo lugar, dirigiendo voluntariamente nuestros procesos mentales hacia aquello que de verdad nos aporta.
Ser productivos y felices no es solamente una cuestión de habilidades profesionales, sociales o emocionales y, por supuesto, no es una consecuencia de las circunstancias o de la suerte. Es también una cuestión de prestar atención a aquello en lo que se ocupa nuestra mente, y de la necesaria fuerza de voluntad para hacer que se centre en lo que realmente importa.
Jesús Alcoba, director de La Salle International Graduate School of Business.