Volviendo la vista atrás, se puede afirmar que el siglo XX fue la era del petróleo. El petróleo ha sido un motor clave de numerosos avances tecnológicos, del crecimiento económico y de cambios sociales. Sin petróleo, simplemente no habría coches, aviones ni plásticos. Pero, por otra parte, el petróleo también ha estado en el origen de […]
Dirigentes Digital
| 27 oct 2017
Volviendo la vista atrás, se puede afirmar que el siglo XX fue la era del petróleo. El petróleo ha sido un motor clave de numerosos avances tecnológicos, del crecimiento económico y de cambios sociales. Sin petróleo, simplemente no habría coches, aviones ni plásticos. Pero, por otra parte, el petróleo también ha estado en el origen de muchas guerras y luchas políticas de poder de todo tipo. La buena noticia es que, poco a poco, se ha acabado con el poder supremo de este líquido negro. Gracias a los avances tecnológicos en energía solar y eólica y a la futura sustitución del motor de gasolina por un motor eléctrico, me atrevo a afirmar que el siglo XXI ha dejado de ser la era del petróleo. Ahora vivimos en la era de los datos. Igual que ocurrió con el petróleo en el siglo pasado, los datos ya son una fuente de crecimiento, pero también de conflicto. Los datos han dado origen a nuevos productos, nuevos mercados y nuevas estrellas del mercado bursátil. En parte debido al uso inteligente de nuestros datos de Facebook, Estados Unidos tiene a Trump como presidente. Gracias al análisis de los datos de nuestro comportamiento ante el comercio electrónico, Booking.com vende los billetes de avión más caros los viernes por la tarde, cuando ansiamos un poco de relax después de una dura semana de trabajo, y más baratos los domingos por la mañana, mientras dormimos plácidamente. A cambio de los datos sobre nuestra conducta al volante, las aseguradoras nos ofrecen seguros de coche más baratos que, por supuesto, se encarecen si conducimos de manera imprudente. Y esto es solo el principio, porque además de los consumidores, pronto todas las fábricas, máquinas y aparatos estarán conectados a internet. Llega el internet industrial. Según el Foro Económico Mundial, esto permitirá pronto a las fábricas actuales producir entre un 20 % y un 30 % más de productos y mucho más rápido que antes. Además, los vehículos autónomos serán cada vez más seguros y aprenderán más de los accidentes que ocurran en cualquier parte del mundo. Y, por supuesto, mis visitas al dentista pronto las planificará mi cepillo de dientes, porque es el que mejor conoce el estado deplorable de mi dentadura. Si los datos son el nuevo petróleo, ¿quién es el Standard Oil de los datos? Por supuesto, nos vienen a la mente gigantes estadounidenses como Facebook, Google y Amazon, pero tampoco podemos olvidarnos de los chinos, como Alibaba y Tencent. Al igual que en los comienzos de la era del petróleo, la opinión pública y el mundo político se vuelve en contra de estos nuevos monopolios de los datos. Por ejemplo, Google acaba de recibir una multa de 2.700 millones de dólares de la Unión Europea porque, en las búsquedas de productos para comprar, siempre ponía en las primeras posiciones las tiendas vinculadas a Google. Facebook está siendo cuestionada ahora mismo en Estados Unidos por la sospecha de haber puesto servicios de datos a disposición de Rusia, lo que podría haber influido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Mediante un uso inteligente de los datos disponibles en su tienda web, la marca propia de Amazon ha podido arrebatar a Duracell el liderazgo del mercado de las pilas en Estados Unidos en tiempo récord. Además de los datos, las preferencias personales de Alexa también juegan un papel importante. Curiosamente, este asistente digital de Amazon solo pide pilas de la marca propia cuando recibe la orden de cambiarlas. En la era del petróleo, Standard Oil no acabó bien. Este gigante del petróleo fue creado en el siglo XIX por la familia Rockefeller y, en poco tiempo, con una combinación de abuso de poder y adquisiciones rápidas, supo construir un monopolio tanto horizontal como vertical de los pozos de petróleo, refinerías, estaciones de servicio e industrias petroquímicas de Estados Unidos. En 1911, la corporación Standard Oil fue sentenciada por la Corte Suprema de los Estados Unidos por la formación ilegal de un monopolio y se exigió su fragmentación en 34 empresas independientes. Muchas de ellas todavía existen hoy en día, como Exxon, Chevron y BP. Curiosamente, a lo largo de los años, algunas de ellas se han vuelto a unir mediante adquisiciones, como Exxon y Mobil, y BP y Amoco. Henk Grootveld es jefe del equipo de inversión en activos de tendencias de Robeco