Más de 60 obras procedentes de instituciones públicas y colecciones privadas, algunas de ellas nunca antes expuestas en público, ofrecen al visitante la oportunidad de conocer la obra de estos dos artistas, así como detalles de su vida y de su capacidad creativa. Wyeth: Andrew y Jamie en el estudio permite además descubrir cómo, en […]
Dirigentes Digital
| 10 feb 2016
Más de 60 obras procedentes de instituciones públicas y colecciones privadas, algunas de ellas nunca antes expuestas en público, ofrecen al visitante la oportunidad de conocer la obra de estos dos artistas, así como detalles de su vida y de su capacidad creativa. Wyeth: Andrew y Jamie en el estudio permite además descubrir cómo, en ocasiones, el trabajo de ambos discurría en paralelo, se complementaba o, incluso, servía para plantear desafíos entre ellos.
El generoso acceso a las colecciones privadas de Andrew y Betsy Wyeth y de Jamie Wyeth ha permitido al comisario de la muestra, Timothy J. Standring, conservador de pintura y escultura de la Gates Foundation del Denver Art Museum, desarrollar un completo proyecto expositivo, con importantes obras de ambos que recorren todos los periodos de sus carreras.
"Pinta lo que conoces y amas" Junto al gusto por lo teatral, el humor negro o la experimentación técnica, los Wyeth compartieron una misma sensibilidad. Los dos trabajaron en Pensilvania y Maine y en un relativo aislamiento del mundo artístico.
Ambos fueron niños prodigio y se educaron en casa donde, además, aprendieron las técnicas artísticas de miembros de su familia y dedicaron miles de horas a dominar el oficio y a buscar, hasta encontrarlo, el universo que querían mostrar a los demás.
Andrew y Jamie en el estudio organizada por el Denver Art Museum en colaboración con el Museo Thyssen-Bornemisza También tienen en común la utilización de técnicas y materiales de una forma muy heterodoxa. Tal vez como reacción a su rigurosa formación académica, ninguno de ellos aplicó nunca a los dibujos ni a las obras acabadas ningún tipo de jerarquía formal.
Todo empezaba cuando sentían una emoción profunda que, en palabras del comisario, se resumiría en: "pinta lo que te inspire en cada momento, pinta lo que conoces y amas".
La exposición está planteada como una conversación artística entre los dos pintores en torno a algunos de los temas que han marcado su producción, y que sirven para organizar el recorrido en los siguientes capítulos: Padre e hijo; Amigos y vecinos; Lugares compartidos; Animales; Desnudos; Control y exuberancia y Extraños prodigios.
Padre e hijo Andrew y Jamie se criaron en casas llenas de libros y de creatividad. El padre de Andrew, al que se conocía como N.C., adquirió notoriedad como ilustrador de clásicos del género de aventuras como Robin Hood o La isla del tesoro. N.C. alimentó las inquietudes artísticas de Andrew, y este transmitió a su vez ese espíritu a Jamie.
En Lejanía (1952), una de sus primeras obras a pincel seco, Andrew pinta a su hijo tratando de captar los detalles con la máxima nitidez; "busco esos momentos, el instante fugaz pero no congelado", comentó sobre este cuadro. Jamie recordaría después que, mientras posaba, se dio cuenta de que había perdido en la hierba un soldado de juguete, lo que explicaría su mirada perdida en la "lejanía".
En su juventud, Jamie aspiraba a hacerse un nombre como pintor de retratos. Con 23 años realizó uno de su padre, en el que el sencillo chaquetón típico de los amish, que apenas se distingue del fondo oscuro, le da al retrato un aire sombrío. Según él, su padre era una persona muy divertida que "se tomaba muy en serio su obra y la de los demás".
Amigos y vecinos Los dos artistas buscaban inspiración en los objetos y personas que conocían bien. Sus modelos son en su mayoría amigos, vecinos y familiares, además de pintarse el uno al otro. En los pocos retratos que hicieron por encargo, se empapaban del mundo de sus modelos: compartían con ellos historias, estudiaban sus movimientos y su entorno, observaban lo que hacían a diario.
"Cuando decido pintar a alguien, no es por su fisonomía sino por lo que transmite" -dice Jamie-, "tienes que saberlo todo de tu modelo. Si no, te quedas en la piel". Y lo mismo pensaba Andrew: "Me involucro con las personas a las que retrato. Me hago amigo de ellas. No las pinto y sanseacabó".
Jamie Wyeth. Retrato de Andrew Wyeth, 1969. Colección privada Para Andrew, hasta las habitaciones en las que no hay nadie reflejan la personalidad de los que viven en ellas; es el caso de Maíz para sembrar (1948), donde pinta el desván de la casa de sus amigos Alvaro y Christina Olson.
"Creo que una persona impregna un sitio… En los cuadros que representan esa casa, las ventanas son casi unos ojos, o fragmentos del alma. Cada ventana es para mí una parte distinta de la vida de Christina".
Lugares compartidos
Cada mes de mayo, los Wyeth se trasladaban desde Pensilvania hasta las pequeñas localidades costeras e islas de Maine. Pocas veces se alejaron de esos sitios familiares. Se sentían libres cuando trabajaban en ambientes que conocían bien. En las colinas, bosques, paisajes rocosos y casas que tenían un significado personal para ellos, podemos comprobar lo distintas que eran sus visiones artísticas: a Andrew le obsesionaban los temas cotidiano, y por eso a menudo olvidados, mientras que Jamie busca lo extraño, lo peculiar.
Animales Los animales domésticos de los Wyeth siempre fueron parte de la familia. Padre e hijo se identificaban mucho con ellos cuando los pintaban en obras como Racoon (1958), El isleño (1975) o Durmiente nocturno (1979), poniendo tanto esmero y concentración como cuando trataban otros temas.