Los mercados, a los que nunca se puede tomar por un reflejo exacto de la situación económica, están dominados en estos tiempos por la volatilidad. La Bolsa está sin una dirección definida y cualquier dato parece desatar una euforia sin límites para desembocar al instante siguiente en ventas masivas e indiscriminadas. Los indicadores de actividad […]
Dirigentes Digital
| 25 feb 2016
Los mercados, a los que nunca se puede tomar por un reflejo exacto de la situación económica, están dominados en estos tiempos por la volatilidad. La Bolsa está sin una dirección definida y cualquier dato parece desatar una euforia sin límites para desembocar al instante siguiente en ventas masivas e indiscriminadas. Los indicadores de actividad son contradictorios. Por ejemplo, los últimos datos de grandes empresas reflejan un incremento del empleo privado del 3,1% en 2015, una mejora de casi el 160% respecto a 2014 y al mismo tiempo, la retribución media creció un 0,5% en el que supone el primer aumento salarial desde 2011.
Sin embargo, el contrapunto a estos datos lo aporta el hecho de que el PIB y el empleo están creciendo prácticamente al mismo ritmo, lo que viene a indicar una creación intensiva del empleo basada en actividades de poca productividad y valor añadido, por lo que el gran reto para garantizar la sostenibilidad de la recuperación económica sigue siendo crear empleo de calidad y aumentar el gasto en inversión de las empresas (la venta de bienes y servicios de capital está a niveles de hace 15 años), con el fin de elevar el potencial de crecimiento de la economía.
Nuestra previsión, contenida en nuestro Boletín de Coyuntura Económica Focus, es que la economía española puede crecer en 2016 por encima del 2,5%. Pero aumentan los riesgos a la baja en el plano internacional y también en el ámbito doméstico. Incluso aunque finalmente haya un acuerdo para formar Gobierno y se evitara la repetición de los comicios, la incertidumbre e inestabilidad política será un elemento que gravitará sobre la actividad y sobre la necesidad de proseguir con la senda de reformas estructurales.
Las inversiones que se han paralizado a causa de la crisis política generada a raíz de las elecciones generales no son inversiones que se quedan en stand-by a la espera de la resolución del sudoku parlamentario y que se reactivan una vez que el panorama de gobernabilidad quede resuelto. Será preciso volver a atraer capital, para lo que es necesario generar un fuerte dinamismo en la economía y hay factores domésticos y externos que pueden suponer un verdadero desafío en este sentido.
En el plano internacional, hace tiempo que se observa una desaceleración del comercio mundial. Es significativo el caso de Alemania, donde los datos de crecimiento ponen de manifiesto que la expansión del PIB en el último trimestre se apoyó en la pujanza del consumo interno, mientras que las exportaciones experimentaron un deterioro notable. La propia Reserva Federal de EE UU ha tenido que lanzar un mensaje de prudencia sobre su plan de elevar los tipos de interés (el precio del dinero se incrementó en diciembre pasado en la que fue la primera subida desde junio de 2006), dado que el panorama económico ya no está tan claro como lo estaba hace tan solo dos meses.
Todo ello sin olvidar el aterrizaje de China: aunque el PIB que se genera anualmente es muy superior al de hace una década (y por tanto también lo es el consumo y la demanda de materias primas), lo cierto es que la economía del gigante asiático ya no brilla tanto y se expande al menor ritmo en 25 años, truncando las previsiones quizá demasiado optimistas del sector industrial a escala mundial, al que el cambio de ritmo de China le ha sorprendido con un claro exceso de capacidad instalada. La economía española se puede seguir beneficiando, no obstante, de la política monetaria acomodaticia del BCE y de los bajos precios de la energía, no en vano el petróleo supone más del 40% del consumo de energía primaria en España.
En clave interna, hay varios indicadores positivos: la mejora del consumo; el avance de la producción industrial; el dinamismo del sector servicios; el incremento de las importaciones de bienes; la reactivación del mercado inmobiliario; el buen ritmo de las exportaciones, y otros datos, como la mejora del tráfico de pasajeros en los aeropuertos, que en enero pasado aumentó un 12,3% en tasa interanual para llegar a casi 13 millones, según AENA. Pero sobre todos ellos pesa la incertidumbre política y sus potenciales consecuencias, a lo que se añade el desequilibrio en las cuentas públicas, lo que provocará que la política fiscal, tan expansiva en 2015, previsiblemente no vaya a poder ayudar tanto este año.
En conclusión, las perspectivas de medio plazo se han debilitado, lo que hace más frágil la recuperación de una crisis que en España ha sido más profunda que en otras economías de nuestro entorno, debido a la profunda dependencia del tejido empresarial de la financiación bancaria y a las singulares características del tejido empresarial español. Las microempresas, que son las que más dificultades de liquidez y financiación pasan en caso de crisis, suponen casi el 96% del total de sociedades, claramente por encima del promedio europeo.
El folklore popular atribuye a los mercados la capacidad de adelantarse unos seis meses a los ciclos económicos. Si se hiciera caso de esa creencia, lo cierto es que los mercados estarían descontando ahora la posibilidad de una recesión, dado que los tipos de interés negativos afectan a un 30% de la deuda soberana europea y se extienden a algunos segmentos de la deuda corporativa de máxima calidad.
Sin embargo, la realidad es que los mercados están sujetos a muchas variables y dan en muchas ocasiones señales erróneas que constituyen una pista falsa, si lo que se trata de es de anticipar la evolución económica. Por eso, no se puede tomar a los mercados ni como termómetro de la realidad, ni como una suerte de bola de cristal de lo que está por venir. Lo único seguro es que la volatilidad está aquí para quedarse y causará algo más que un disgusto serio a quien coja desprevenido, por lo que la gestión profesionalizada del riesgo debe ser la piedra angular de toda administración corporativa eficaz.
Santiago Martín, director general de Axesor.