"Hacer grande a Estados Unidos de nuevo", dijo Trump en un discurso en Liberty University de Virginia. "Vamos a presionar a Apple para iniciar la construcción de sus malditas computadoras y sus componentes en este país y no en otros países". En realidad, aunque Apple hace la las investigaciones pertinentes y el diseño en su […]
Dirigentes Digital
| 19 ene 2016
"Hacer grande a Estados Unidos de nuevo", dijo Trump en un discurso en Liberty University de Virginia. "Vamos a presionar a Apple para iniciar la construcción de sus malditas computadoras y sus componentes en este país y no en otros países". En realidad, aunque Apple hace la las investigaciones pertinentes y el diseño en su sede en Cupertino, California, fabrica la mayoría de sus iPhones, iPads y Macs a través de socios en países como China.
Apple se reunió con muchos productos en Estados Unidos a finales de 1990, y luego cambió su fabricación a Asia para aprovechar la base industrial de la región y de los costes laborales más bajos. Su CEO Tim Cook ha hecho varios intentos de retornar esta fabricación a Estados Unidos, pero aun así, ha dicho que es difícil hacer grandes cambios debido a la disminución de experiencia en habilidades tales como la fabricación de herramienta en Estados Unidos.
Como ya publicó DIRIGENTES, en 2014 la cadena británica BBC reabrió el debate sobre la explotación laboral. En el videoreportaje que publicaron se mostraba una fábrica de Apple en China, donde las condiciones de trabajo no eran precisamente las mejores. Un periodista de la cadena televisiva vivió en primera persona las jornadas intensivas de 18 días seguidos sin días libres haciéndose pasar por un trabajador más.
Además de Apple, desde HP, Dell o Sony, hasta el más pequeño proveedor de accesorios, dependen enteramente de lo que se cuece en el país asiático, y sobre todo en ciudades industriales como Shenzhen, considerado el Silicon Valley de Oriente. Fabricar en estos territorios permite a las compañías ajustar el precio de los productos a lo que fija el mercado. La informática y la electrónica son de los pocos artículos que en los últimos 10 o 15 años, en pleno auge económico, han visto cómo su precio caía en picado. Mientras que en la última década el valor de las viviendas se multiplicaba por tres y los precios de la hostelería, aprovechando la entrada del euro, se disparaban muy por encima de la inflación, el PVP de los ordenadores, las cámaras digitales o las impresoras se desplomaba.
Mientras que en 2000 nos parecía normal pagar 1.200 euros por un ordenador de sobremesa de gama media y hasta 2.000 euros por un portátil, hoy no nos pedirán más de 400 o 600 euros, respectivamente. El precio de las cámaras, por su parte, ha caído hasta cinco veces (casi en la misma proporción que subía su sofisticación), mientras que un reproductor portátil de DVD ha pasado de 1.500 euros a 150.