En 1998 Audi lanzaba al mercado un deportivo con auténtica personalidad, el TT, un coupé de 2+2 plazas que si bien no se esperaba que pudiera alcanzar unos volúmenes de venta grandes, sí pretendía relanzar la imagen dinámica de la marca con un producto original y diferente. Ahora, diecisiete años después, llega esta tercera generación […]
Dirigentes Digital
| 10 mar 2015
En 1998 Audi lanzaba al mercado un deportivo con auténtica personalidad, el TT, un coupé de 2+2 plazas que si bien no se esperaba que pudiera alcanzar unos volúmenes de venta grandes, sí pretendía relanzar la imagen dinámica de la marca con un producto original y diferente. Ahora, diecisiete años después, llega esta tercera generación en la que se mantienen esas líneas tan características y sugerentes, pero con un diseño más actual y unos perfiles más refinados, aunque manteniendo el aspecto musculoso y atlético que siempre ha tenido. Eso en lo que se refiere al exterior, porque en el habitáculo la revolución es bastante más significativa.
Para empezar todo gira en torno al conductor, el verdadero protagonista de un vehículo pensado para disfrutar al volante. Y, por ello, se ha recurrido a un esquema minimalista, con un salpicadero limpio, donde toda la información va concentrada en el cuadro de instrumentos digital provisto de pantallas configurables, muy en la línea de los modernos coches de competición. También la zona de la consola central queda bastante despejada y los botones se han reducido al mínimo, pues la mayoría de operaciones se pueden realizar desde el propio volante multifunción. La única pega de todo esto es para el acompañante, que se convierte en un sujeto completamente pasivo, sin posibilidad de ver esos datos ni ajustar muchas de las funciones del vehículo.
Acabado impecable
Otras cosas que llaman la atención en el interior son su magnífica terminación, con materiales de gran calidad ajustados con esmero, y la recreación de un ambiente muy deportivo, donde destacan los confortables asientos que, además, recogen bien el cuerpo para que no se mueva en las zonas de curvas.
El volante achatado en la parte inferior y la palanca de cambios pegada a él contribuyen a crear esa atmósfera racing. Como contrapartida, hay que sacrificar la comodidad en determinados aspectos, por ejemplo, a la hora de entrar y salir del coche, ya que las butacas van en una posición muy baja, de nuevo para favorecer las sensaciones de conducción y mejorar el dinamismo del coche situando el centro de gravedad lo más pegado al suelo posible. Ni que decir tiene que esas dificultades se acentúan al acceder a la parte trasera, que está pensada únicamente para casos de emergencia o para llevar niños que no hayan iniciado el despegue en su crecimiento.
Pero todo es consecuencia de la filosofía de este vehículo, donde lo que realmente importa es conseguir un comportamiento intachable, algo que sin duda se ha logrado. Por un lado, la carrocería, que no llega a los 4,2 metros de longitud, es aún más ligera que la anterior y el peso del coche se reduce en unos 50 kilos. Por otra parte, las suspensiones se han afinado y muchos de sus componentes son de aluminio. Si a esto unimos una dirección que se hace más directa a medida que vamos girando, unos frenos tan potentes como resistentes a la fatiga y un sistema de tracción muy evolucionado, que reparte la fuerza del motor entre las cuatro ruedas en función del agarre instantáneo que tenga cada una de ellas, el resultado es una agilidad sorprendente y una estabilidad a la que es difícil encontrar los límites… si no rodamos en un circuito.
Mecánicamente, la unidad que hemos probado iba equipada con el propulsor 2 litros de gasolina que desarrolla una potencia de 230 caballos y que, a su vez, va conectado a la eficiente caja de cambios S-tronic automatizada, con doble embrague y seis velocidades. El conjunto es una delicia, primero, porque el motor responde de forma brillante a cualquier régimen de giro y lo hace con un sonido rotundo, pero en absoluto molesto; después, porque la "compenetración" entre dicho motor y la transmisión es perfecta, lo que permite que el paso de una a otra marcha se realice a un ritmo brutal y con una suavidad que apenas nos permite percibir la operación. Eso sí, aunque en el modo automático el software está tan perfeccionado que consigue incluso reducir de marcha en el momento preciso, dependiendo de si conducimos de forma tranquila o más agresiva, también podemos utilizar el cambio en modo manual, bien a través de la palanca o por medio de las levas situadas en el volante.
Las mejores sensaciones
La confianza que transmite el Audi TT no disminuye en absoluto a medida que aumentamos el ritmo, sino todo lo contrario. Es tan dócil y fácil de llevar, que hay que mantener la cabeza fría para no sobrepasar los límites. Sólo si alguien tiene la posibilidad de dar alguna vuelta en una pista de competición, sin tráfico ni restricciones legales, entenderá lo deprisa que uno es capaz de circular con este coche, manteniendo unos márgenes de seguridad altísimos. La aceleración del motor, con su sonido invitando a mantener el pedal a fondo, el rapidísimo cambio S-tronic, la firmeza de las suspensiones (que sin llegar a ser incómodas hacen que la carrocería se incline poco) y, muy importante, la tracción quattro, permiten unas velocidades de paso por curva realmente increíbles. Este sistema quattro que llevaba el coche probado es opcional, pues existe también una versión sólo con tracción delantera. En suelo seco y con las típicas ayudas electrónicas no hay mucha diferencia de comportamiento, pero cuando el firme está deslizante, la ventaja de la tracción a las cuatro ruedas es innegable. Sobre todo, porque el sistema quattro consigue que vehículo avance más deprisa y compensando las pérdidas de agarre con la distribución de potencia adecuada a cada neumático, mientras que con el otro esas ayudas electrónicas lo que hacen es frenar anticipadamente, antes de que se produzcan situaciones comprometidas.
El equipamiento del modelo TT se puede completar con una larga lista de opciones, entre las que destacan el Audi drive select, que ofrece la posibilidad de ajustar distintos parámetros de la conducción para hacerla más cómoda o deportiva según las preferencias de cada uno, o los faros de Led, que proporcionan una luz mucho más nítida y de gran alcance.