La Orden Ministerial, cuya idea partió inicialmente de la CNMV y después el Ministerio hizo suya, entrará en vigor dentro de tres meses. Y la primera sorpresa es que rebaja de 8 a 6 los niveles de riesgo previstos inicialmente, dejando fuera a algunos productos financieros que, desde luego, conllevan más riesgo que los clasificados en la norma.
El primer nivel del semáforo (medido con el color verde oscuro), se aplica solo a los depósitos bancarios. El siguiente a productos que garantizan el 100% del capital en un plazo máximo de 3 años y con un rating crediticio BBB+ o superior. En el tercer nivel engloba a los productos que garantizan el 100% del capital en un plazo de 3 a 5 años con un riego crediticio de BBB- o BBB. El cuatro es para plazos de entre 5 y 10 años y un rating BBB- o BBB. El quinto para los productos de más de 10 años que no garantizan el 100% del capital. Y, por último, las acciones en el nivel 6.
"A mí me parece un sistema complejo para un público no experto en finanzas. Presupone, por ejemplo, que el inversor o el ahorrador es capaz de interpretar el riesgo crediticio", indica Fernando Luque desde Morningstar. Y es que el inversor tendrá que estar atento a factores como, por ejemplo, los posibles cambios de rating en el mercado de deuda.
En realidad, hay pocos activos incluidos en la norma que puedan suponer un serio riesgo para los inversores. No están incluidos, por ejemplo, figuras como los derivados, CFDs, depósitos estructurados, seguros unit linked, warrants, etc. En definitiva, una categoría englobada en los famosos PRIIP (Packaged Retail Investment and Insurance Products), y que supone mucho mayor riesgo para los inversores.
Desde Economía argumentan que estos productos estarán regulados por su propia directiva europea a comienzos de 2017. Pero, ¿qué pasa hasta entonces? También hay que recordar que todos estos productos sí formaban parte del semáforo del riesgo en el momento en el que se ideó. Otro de los vehículos de inversión que no aparecen en la norma son las Instituciones de Inversión Colectiva (fondos y Sicavs), que ya cuentan con su propio sistema de clasificación que, a juicio de los expertos, también deja mucho que desear, por lo que no hubiera estado de más aunar todos los productos bajo la misma normativa.
Desde Morningstar explican que el sistema de medición del riesgo de los fondos de inversión consiste en una escala del 1 al 7 cuyos criterios no quedan claros en los folletos de los productos. "En el folleto simplificado se precisa que el nivel del riesgo del fondo está calculado en base a datos simulados que, no obstante, pueden no constituir una indicación fiable del futuro perfil de riesgo del fondo", explica Luque, recordando cómo, aunque se especifican los riesgos, también se indica que "no hay garantías de que la categoría indicada vaya a permanecer inalterable y puede variar a lo largo del tiempo".
En este sentido, los expertos apuntan a los conflictos que pueden producirse al englobar en el mismo nivel de riesgo productos de distintas categorías, como ocurre con los fondos de inversión, donde, tal y como explican desde Morningstar, un fondo de renta variable asiática puede tener la misma clasificación que uno de renta variable española.
Cuidado con los colores
Desde el Departamento de Análisis de Bankinter recordaban en un reciente artículo cómo algunos expertos cuestionan las bondades de este sistema por considerar que influye en las decisiones de compra de los consumidores pero haciendo que estos no presten atención a elementos esenciales de los productos.
En este sentido, apuntaban a un estudio realizado por la Technische Universität München (TUM), en el que aseguraban que "los sujetos prestan menos atención a la incertidumbre asociada a la rentabilidad de una inversión cuando se añade una etiqueta semáforo a la información del producto".
"El semáforo crea una falsa sensación de seguridad y hace que los consumidores ignoren la información más compleja de los productos. En la investigación, nos referimos a un efecto de halo donde un atributo positivo eclipsa todo lo demás", indican los expertos. Así, recomiendan que un buen sistema de semáforos debe ser todo lo diferenciado que se pueda. "Los consumidores confían en los semáforos. Por lo tanto, se debe tener mucho cuidado para asegurarse de que el etiquetado no da lugar a efectos de distorsión que pudiera introducir un sesgo en las decisiones de consumo. Esto es particularmente aplicable a los productos complejos como las inversiones financieras".
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