Hasta que salió del accionariado de la compañía, los mensajes de Carl Icahn, en sus comparecencias, entrevistas con prensa o incluso vía Twitter, a los dirigentes de Apple hicieron correr ríos de tinta. También las críticas del multimillonario Bill Ackman a Herbalife o la cruzada de John Paulson contra el ya dimitido CEO de AIG, Peter Hancock… Estos son sólo algunos ejemplos del ‘poder’ de estos inversores activistas, capaces de cambiar la directiva de la empresa en la que invierten, hundirla o dispararla en Bolsa… Y es que, la propia definición de esta ‘figura’ señala que compran grandes participaciones en una corporación y/o tratan de obtener asientos en su Consejo de Administración con “el objetivo de efectuar cambios importantes en la misma”. Nada de wait and see, ni de comprar y mantener… “Una empresa puede convertirse en objetivo de los inversores activistas por su mal desempeño, excesivos costes, baja rentabilidad o cualquier otro problema que el inversor en cuestión cree que puede arreglar para hacerla más valiosa”. El problema, claro, es que, a pesar de su expertise y su dilatada carrera en los negocios, no siempre aciertan… A pesar de la reciente euforia bursátil, especialmente en Wall Street, el apetito por el riesgo, y el abanico de oportunidades que la ‘Era Trump’ (menos impuestos, más inversión y menos regulación) debería traer, según un reciente estudio de Fitch Ratings los inversores activistas continúan ‘abordando’ grupos no financieros, “aunque a un ritmo ligeramente más lento y con nuevas tendencias”, que pasan por inversores que adoptan este papel activo por primera vez o un nuevo foco en mediana capitalización y emergentes, frente a grandes corporaciones. “Una mayor participación de los accionistas, más reestructuraciones motivadas internamente y un aumento de la remuneración han restado viento a las velas de los inversores activistas, ya que las empresas intentan vencer sus golpes”, apunta Carla Norfleet Taylor, directora senior de US corporates de la firma. Ahora bien, añade, “inversores que adoptan por primera vez un enfoque activista y experimentados siguen lanzando de forma selectiva campañas contra compañías de todos los tamaños, a pesar de que la tendencia es hacia aquellas con una capitalización de entre 2.000 y 10.000 millones de euros”. Su capacidad de influencia, con todo, sigue siendo alta: casi el 60% de sus demandas en Estados Unidos se han cumplido total o parcialmente. Recordemos que a mediados de 2016, S&P Global Market Intelligence analizaba asimismo el comportamiento de los inversores activistas extrayendo una serie de conclusiones interesantes: sus ‘campañas’ aumentaron de 287 en 2013 a 381 en 2014, lo que supone un incremento del 32,8%; mientras que entre 2014 y 2015 se produjo un descenso del 1,3%; la mayor parte de estas fueron de enfrentamiento; su interés se centró en tecnología de la información, finanzas y consumo discrecional.
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