El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha sacado pecho de su mandato y su solución para que Europa olvide sus problemas es pedir más unión. Centralizar la figura que ahora representan él y Donald Tusk, como presidente del Consejo Europeo, supondría que la misma persona que tiene que representar a los Gobiernos de los Estados miembros sea la que representa el conjunto de los ciudadanos europeos. Otra de las figuras que propone fusionar es la del vicepresidente de la Comisión Europea y la del presidente del Eurogrupo. Este cargo sería representado por un ministro de Economía y Finanzas de la Unión Europea que se dedique a fomentar reformas estructurales en los estados miembros y coordine las políticas de la Comisión cuando un país tenga problemas económicos. Sin embargo, uno de los aspectos que más se ha echado en falta en las palabras de Juncker es la crisis de identidad europea que en parte ha llevado a la salida del club de uno de los Estados miembros más potentes, Reino Unido. Apenas ha tenido protagonismo en su discurso. «El Brexit no lo es todo, no es el futuro de Europa», sentenciaba Juncker. Sin embargo, esta postura sólo le ha valido críticas de algunos grupos parlamentarios europeos. La falta de autocrítica en su exposición para que la Unión Europea pase a ser la Europa de los 27 bajo su mandato ha tocado la fibra sensible de muchos eurodiputados en el Parlamento Europeo. En la Eurocámara se esperaba una reacción menos soberbia al Brexit. Para el presidente de la Comisión, sin embargo, su salida no es tan importante como para comprometer el avance del bloque. En términos comerciales, Juncker ha pedido más intercambio comercial. Concretamente ha expuesto la necesidad de abrir negociaciones para establecer acuerdos de libre comercio con Nueva Zelanda y Australia. Y ha puesto fecha: que se concluyan en noviembre de 2019. Por otro lado, pidió seguir potenciando el acuerdo con México y no olvidar a los países del Mercosur. También ha propuesto que se vigile quién compra parte de sectores estratégicos europeos como las infraestructuras energéticas o las empresas de tecnología, con el objetivo de controlar a fuertes competidores como China. «Si una empresa pública extranjera quiere adquirir por ejemplo un puerto europeo, parte de nuestra infraestructura energética o una firma de tecnología de defensa tenemos que apostar porque se haga desde la transparencia, con supervisión y con debate», señalaba desde Estrasburgo. Por último, su política de más unión también la quiere aplicar a la seguridad, con la creación de un servicio de inteligencia europeo. Esto permitiría ser más fuertes ante amenazas terroristas, que están tan presentes en la mente de ciudadanos y políticos europeos. «Solicito la creación de una red europea de Inteligencia que se encargue de intercambiar de forma automática los datos sobre terrorismo y combatientes extranjeros entre los servicios de información y la Policía», sentenciaba ante la Eurocámara.
hemeroteca