Convertirse en padre es uno de los hitos más importantes de la vida, pero a su vez conlleva grandes responsabilidades. No solo a nivel familiar, sino también económico. Según señala un estudio de la plataforma de ahorro europea Raisin, mantener un hijo desde que nace hasta que se va de casa puede costar más de 300.000 euros. Los altos niveles de inflación, es decir la evolución de los precios o coste de vida de nuestro día a día se ha incrementado de manera exponencial en los últimos años y la tendencia actual nos permite descontar que en el medio plazo se renovarán estos datos al alza.
Los alimentos, la ropa, la gasolina o la educación no cuestan lo mismo a día de hoy si se compara con unos años atrás. Es por ello que es importante que podamos buscar soluciones que se adapten a cada persona y momento de la vida. Por ejemplo, los padres primerizos tendrán otros gastos importantes, como pueden ser la compra de una vivienda o automóvil. En este caso, los objetivos generalmente deberían ser a largo plazo. Este perfil permite ponderar una mayor parte de nuestras inversiones a aquellos activos que puedan ser más arriesgados, como pueden ser las acciones o fondos cotizados, ya que en el caso de vivir un shock externo o una gran crisis económica se pueda tener tiempo suficiente para recuperarnos.
La historia así lo ha demostrado. Y a pesar de todas las grandes crisis económicas vividas en los últimos 100 años, los índices americanos han generado una rentabilidad anualizada superior al doble dígito. Sin irnos tan lejos, Europa marca cada día sus máximos históricos, mientras que Japón acaba de superar los niveles marcados en 1989 previo a su gran crisis bursátil.
Según avanza nuestra edad y somos unos padres más experimentados, nuestras prioridades van cambiando de igual manera que también encontramos nuevos gastos. Los gastos médicos, principalmente, se suman al resto de variables que hemos descrito anteriormente y nuestras inversiones dejan de tener un sesgo tan arriesgado y empiezan a mutar a activos más conservadores, como pueden ser las cuentas remuneradas o la renta fija. En este caso el potencial beneficio es inferior, pero la prioridad es mantener nuestro poder adquisitivo, según avanzamos hacia la jubilación.
Cuando nuestros padres o abuelos ahorraban eran otros tiempos, otros gastos y otras situaciones diferentes. Hoy, los padres más jóvenes gestionan su capital a través de aplicaciones móviles y son habituales clientes de entidades financieras y fintech, beneficiándose de la tecnología sin necesidad de acudir a sus sedes físicas, como ocurría antiguamente con las entidades bancarias. Una de estas ventajas es la inversión periódica, que nos permitirá crear un hábito de inversión recurrente, agendando la aportación que consideremos de manera automática. Mantener fija nuestra estrategia y realizar estos ingresos nos ayudará a reducir riesgos y volatilidad de los mercados y aprovechar el efecto del interés compuesto descrito por Albert Einstein, como la octava maravilla del mundo, y que permite que nuestros beneficios e intereses obtenidos se reinviertan, generando nuevas y mayores plusvalías.
España envejece y ya tenemos el peor factor demográfico de toda Europa, superando a Grecia. Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, entre 2023 y 2050 la población en edad de trabajar se reducirá en España en más de 800.000 personas, mientras que la población de más de 65 años aumentará en más de 6 millones. Así, por tanto, cada día van aumentando las dudas sobre la sostenibilidad de las pensiones públicas en el país.
Independientemente de nuestra edad, nuestros objetivos, nuestro perfil, o necesidades, todo tipo de personas deberían de poder aprender a ahorrar y conocer las alternativas que mejor se ajusten a cada caso personal. Más vale poner el remedio pronto que darnos de bruces ante lo que se avecina.
2024-03-19 11:21:04