La pantomima griega continúa

A la vista de lo sucedido en las pasadas elecciones griegas, todo parece indicar que lo que han hecho es darle una patada a la lata. ¿Habrá a partir de ahora un nuevo futuro para Grecia?

Después de toda la parafernalia, tantísimas horas de reunión, discusiones a gritos… Las pasadas elecciones en el país heleno han servido para distraer a la población, sí, pero no han dejado de ser una pantomima. Da la sensación de que es un nuevo teatro, una nueva tragicomedia, mientras el resto de ciudadanos, griegos y europeos, seguimos expectantes a lo que está pasando.

¿Y mientras, qué hace Europa? Hasta la fecha, el Viejo Continente ha gastado 500.000 millones de euros en rescates. La nación campeona de los rescates es Grecia, la cual acumula la mitad del montante. La segunda es Irlanda con 85.000 millones; tercera es Portugal con 78.000 millones de euros; cuarta es España con 40.000 millones para la banca pública (a pesar de que tiene disponible 100.000 millones) y, por último, Chipre, con 10.000 millones de euros.

Independientemente de quién gobierne Grecia, lo que no se le tiene que olvidar a nadie es que un país con tan baja productividad y con tan alto endeudamiento es imposible que pueda hacer frente a sus pagos.

No debemos olvidar que el trasfondo de este asunto griego sigue siendo igual de malo que hace unos meses cuando se sentaron a negociar, por mucho que algunos lo quieran maquillar con acuerdos imposibles.

De los mercados no esperamos nada nuevo, se comportan como viene siendo habitual: a bandazos. Lo mismo se muestran eufóricos que al minuto caen hasta tocar fondo. Lo único que nos salva es que las bolsas sigan apoyándose en los buenos fundamentales de las empresas y la renta variable vuelva a ganar atractivo.

Después de tantos meses de turbulencias, tenemos ganas de volver a una nueva normalidad. Los griegos y, por ende, los europeos ya no soportan tanto estrés, preocupación, incertidumbre y nerviosismo. Y están en su derecho. Quieren paz, tranquilidad, trabajo y seguridad, una sociedad donde se respeten los derechos inalienables de la persona, donde se pueda vivir en paz y sin sobresaltos diarios.

Los políticos deberían hacer un parón en esta alocada carrera hacia ninguna parte y reflexionar seriamente -si pueden y están capacitados-, poner orden a sus ideas y tratar de arreglar el gran follón que han organizado. En caso contrario, deberían cuestionarse la continuidad al frente de sus responsabilidades. Si ellos no lo hacen, lo harán los ciudadanos que les votaron para protagonizar otros espectáculos que den risa, pero de la buena, producto de la satisfacción personal, del bienestar social y de la confianza en el futuro.

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