Gran conocedor de cualquier ámbito económico, Finn E. Kydland fue reconocido con el Premio Nobel de Economía en 2004, junto con el también economista Edward C. Prescott, por sus contribuciones a la teoría de la macroeconomía dinámica: la consistencia en el tiempo de la política económica y las fuerzas impulsoras del ciclo económico. Sus campos de especialización son el análisis de ciclos económicos, la política monetaria y fiscal, y la economía laboral. Este medio ha mantenido una entrevista con él, aprovechando su visita a Madrid para impartir una conferencia con motivo del Foro de la Economía del Agua.
Señor Kydland, muchas gracias por concedernos esta entrevista. ¿Qué opinión tiene usted sobre la crisis actual de los mercados mundiales? ¿Coincide con la opinión de algunos expertos de que se parece demasiado a la ya vivida en 2008?
Desde mi punto de vista, tienen similitudes, pero también grandes diferencias. En 2008, en Estados Unidos el Producto Interior Bruto (PIB) cayó un 10%, era una recesión clara. Desde entonces, el crecimiento en ese país ha sido muy lento, mucho menor que en etapas anteriores. En Europa pasa lo mismo, al menos ahora observamos crecimiento. Para mí, crisis es cuando no hay crecimiento económico. Ahora sí lo hay, poco, pero lo hay. En cualquier caso, creo que la gran diferencia ahora es la excesiva incertidumbre política, sobre todo en cuanto a las medidas que adoptará cada país para su crecimiento futuro. No tienen una política clara.
¿Cree que las políticas de los bancos centrales, que intentan solucionar las crisis con inyecciones de dinero al sistema, pueden provocar que explote la burbuja de liquidez que ya existe y sea peor el remedio que la enfermedad?
Totalmente de acuerdo. Aunque la política de los bancos centrales, sea cual sea, no debería condicionar la evolución de los mercados a corto, medio o largo plazo, los países deberían centrarse más en sus políticas internas.
A finales de 2015, la Reserva Federal estadounidense (Fed) comunicó que este año se producirían cuatro subidas de tipos de interés. Estas previsiones ahora se han reducido a dos, incluso a una, dependiendo de cómo evolucione la economía del país. ¿Cree que la Fed está en su momento más difícil?
Para mí no tiene tanta importancia cuántos movimientos de tipos haya. Ya sólo con el hecho de que no suban, significa que estamos ante una época de estancamiento. Es más, soy de los pocos que piensa que realmente las estrategias que aplique la Fed tienen muchísimas menos repercusiones en el crecimiento económico de lo que la gente cree. La buena noticia sería que subieran los tipos de interés, eso significaría que estaría mejorando el clima económico.
Usted es experto en el análisis de ciclos económicos. ¿Cree que estamos ante un cambio de ciclo?
Sí, sin duda. Pero le diré una cosa: la crisis que vivimos en 2008 fue muy inusual. En Estados Unidos, el consumo cayó muy poco para lo que tenía que haber caído ante ese tipo de crisis. Sin duda, la causa fue la falta de un sistema estricto de regulación bancaria. Si los políticos son lo suficientemente inteligentes ahora como para analizar el gran problema que tuvimos en el pasado, no deberíamos caer en las mismas debilidades.
Un analista dijo una vez que las crisis suceden porque no sabemos anticiparnos a ellas. ¿De verdad cree que no hay herramientas de previsión y análisis en el mercado para, al menos, ver que podemos caer en una crisis?
Sí, lo creo. Y me alegro muchísimo de que saque usted este tema porque es uno de mis favoritos y podría estar horas y horas hablando de ello (risas…). Que una recesión no se pueda predecir no se debe tanto a los factores que la potencian, sino a que haya habido unas políticas que hayan hecho que ocurran o no. Que haya o no productividad en un país es impredecible, depende de los que definan las medidas para que suba o baje. Esto, llevado a los mercados financieros, es lo mismo.
Usted fue Premio Nobel de Economía en 2004. ¿Qué ha cambiado en la economía mundial en estos 12 años?
El gran cambio ha sido el originado por la crisis de 2008. Pero no fue la primera, recuerde la gran crisis de la banca a principios de la década de los 90 en Noruega y Suecia, que provocó que los inversores perdieran todo su dinero y obligó a llevar a cabo una profunda reestructuración del sistema bancario, incluyendo la privatización de algunas entidades. Estas medidas demostraron ser muy eficaces y dieron un giro enorme a esas economías. Espero que Estados Unidos y Europa hayan aprendido esa lección, y no hagan que los inversores sufran como lo hicieron nuestros vecinos de los países nórdicos.
Aunque Estados Unidos sigue siendo el gran vector de los mercados, la crisis de la bolsa china desde verano de 2015 también ha provocado que los inversores ya miren siempre a Asia. ¿Confía usted en esta región?
No soy muy optimista en cuanto al comportamiento de China a largo plazo, sobre todo por el control excesivo que existe en la banca y en muchas compañías estatales. Si China se abriese a los mercados en libre competencia, podríamos ver la luz al final del túnel. No comparto en absoluto las medidas que se están llevando a cabo por parte de los burócratas sobre a quién hay que dar dinero o qué proyectos de inversión para el desarrollo de la economía merecen mayor financiación.
Petróleo, mercados emergentes, materias primas, riesgos geopolíticos… ¿Cuáles van a ser los pilares que marcarán el devenir de los mercados a partir de ahora?
El petróleo creo que va a ir perdiendo interés excepto, claro está, para los países que dependen en gran medida de este recurso para su crecimiento económico, como por ejemplo Noruega o Catar, que son productores o exportadores. Pero a nivel general, verá que las subidas o bajadas del precio del barril no tienen tanta incidencia en la evolución de los países. Por ejemplo, el precio del petróleo tenía mucha más influencia en la economía mundial en la década de los 70. Ahora tiene más interés todo lo que tiene que ver con la revolución tecnológica y los sectores a los que afecte. En cuanto a lo demás, las materias primas seguirán teniendo épocas de auge y otras de deterioro que provocarán subidas o bajadas en las bolsas, al igual que el comportamiento de los países emergentes y la inestabilidad de los riesgos geopolíticos. En realidad, los mercados dependen mucho de la oferta y la demanda, y todos estos factores siempre juegan unas veces a favor y otras en contra. Todo está relacionado.
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