Los expertos recuerdan cómo en la década de los 90, la burbuja en la deuda soberana de países como Indonesia, Tailandia o Corea del Sur, sumadas a un default por parte de Rusia, desencadenaron una grave crisis en los mercados emergentes. Por no hablar de la crisis iniciada en 2008 en EEUU y, después, contagiada a Europa con las serias dudas sobre la superviviencia del euro.
Tras la crisis financiera de 2008, la banca de países emergentes volvió a abrir el grifo del crédito a hogares y empresas. Y desde 2009, el nivel medio de la deuda privada en las economías emergentes ha pasado de representar un 75% del PIB al 125% actual, según datos del BIS (Banco de Pagos Internacionales). De hecho, los niveles de deuda privada en países como China y Brasil son ahora el doble del tamaño de sus economías.
Es la gran preocupación que rodea a la economía del gigante asiático. Según estimaciones de la consultora McKinsey recogidas por Bloomberg, la deuda del país se ha triplicado desde 2009, desde los 10 billones de dólares hasta los 30 billones de dólares. Y la mayor subida corresponde al sector empresarial, ávido de los préstamos de la gran banca estatal.
Sin embargo, los expertos descartan un contagio hacia otras economías, precisamente por la concentración de la deuda en la banca nacional china, fuera del mercado de bonos que sí podría generar ciertas dudas sobre la extensión de la crisis a otros mercados.
Pero eso no quiere decir que el mundo esté a salvo del riesgo de contagio. No ya por la enorme deuda china acumulada, sino porque el país pueda llegar a centrarse más en la gestión de esa deuda, y en salvar a las posibles compañías afectadas por su relación directa con el sistema financiero local, que en tomar medidas para estimular el crecimiento. Y el mercado ya ha comprobado cómo afecta la desaceleración del gigante asiático al resto del mundo. Solo hay que echar un vistazo al comportamiento de los mercados mundiales desde el pasado verano.
En un reciente informe, los expertos de la gestora de Deutsche Bank indicaban cómo "mientras que la deuda de los desarrollados ha aumentado solo un poco más que su producción económica, la de los mercados emergentes se ha incrementado mucho más rápido que el PIB nominal de estas economías". Un factor que debe encender las alarmas de los inversores a juicio del experto.
Desde la firma recordaban así que, a la hora de seleccionar por regiones, las cifras deben compararse también con el PIB per cápita de cada una de ellas. "Esto puede ofrecer una visión más clara sobre qué países pueden ser más propensos a una crisis de deuda que otros", asegura. Y entre aquellos que ocupan los primeros puestos de este ranking de deuda sobre prosperidad económica, destacan Japón y algunos países de la periferia de la zona euro. Entre ellos España e Italia.
HSBC también alertaba a finales del pasado año de la situación, calificando de "mezcla tóxica" los bajos niveles de crecimiento que se acompañan de unos altos niveles de deuda. Y advertían que los países desarrollados no están exentos del contagio. Pero es en los emergentes es donde se encontraban las mayores luces de alarma. "Los frutos del crédito barato, el aumento de los precios de las materias primas y las inversiones domésticas improductivas están en gran medida agotados", recordaban, llamando a la urgencia de "reformas radicales para restablecer la competitividad" y evitar el estancamiento ante una carga de deuda lo suficientemente pesada para estallar.
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