La deuda y las infraestructuras suavizan el crecimiento en China

La transición de China hacia una economía de consumo está teniendo efectos directos sobre su economía real. A pesar de la política monetaria de estímulo llevada a cabo por el Gobierno, la caída de la inversión en infraestructuras y el crecimiento exponencial del endeudamiento, tanto público como corporativo, están afectando a sectores como el manufacturero, el inmobiliario o el industrial. La segunda economía del mundo creció un 6,7% en el conjunto de 2016, en línea con las expectativas, pero por debajo del 6,9% registrado en 2015, según la Oficina Nacional de Estadísticas. Esta cifra es la más baja del último cuarto de siglo, cuando creció tan sólo un 3,8% en el último trimestre de 1990. Entre octubre y diciembre, la expansión del PIB fue del 6,8%, una décima más que los trimestres anteriores. Además, los datos respaldan los objetivos del Gobierno de mantener una media de crecimiento en torno al 6,5% hasta 2020. Dicha tasa ha evolucionado a una media interanual del 9,76% desde 1989, con máximos como el del 93 (15,4%) y mínimos como el del 90. Desde que la economía asiática iniciara su proceso de transición hacia un sistema productivo centrado en el consumo interno, y menos dependiente de las exportaciones, la actividad ha experimentado una cierta ralentización. Como medida de choque, el Gobierno ha impulsado una ambiciosa política monetaria y fiscal con el objetivo de dinamizar la demanda interna. Sin embargo, la desaceleración del mercado inmobiliario tras el «boom» del último año, la caída de la producción manufacturera por el descenso de la demanda exterior y la sobrecapacidad del sector industrial ante el parón de la inversión en infraestructuras han moderado el ritmo de expansión. Por otro lado, las amenazas ante un previsible giro proteccionista de la política comercial estadounidense son otro factor a tener en cuenta para una economía todavía muy dependiente de su relación con el exterior. El presidente electo Donald Trump ha expresado en numerosas ocasiones su desacuerdo con las medidas del Gobierno chino en materia comercial; acusándolo de imponer altas tarifas sobre sus bienes y de manipular su divisa.  La subida de tipos de la Reserva Federal ha supuesto también que muchos inversores trasladen sus capitales ante el incremento de la rentabilidad, lo que ha provocado la mayor devaluación del yuan en ocho años. Sin embargo, los pronósticos son optimistas de cara a los dos próximos años. El último informe de perspectivas de Fondo Monetario Internacional (FMI) rebaja las previsiones para el conjunto de las economías emergentes a excepción de China. La incertidumbre ante el nuevo Gobierno estadounidense, los conflictos geopolíticos y la volatilidad en el precio del petróleo son los principales motivos de moderación en las tasas. El organismo internacional espera que China crezca un 6,5% en 2017 y un 6% en 2018.

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