- Un primer grupo estaría formado por empresas que no deberían verse afectadas de manera importante por las disrupciones tecnológicas. Negocios tradicionales como las bebidas o el tabaco, podrían ser ejemplo de ello.
- Un segundo grupo lo constituirían empresas que sí se deberían ver impactadas por el avance de la tecnología, tanto para bien como para mal. La gran mayoría de negocios forman o formarán parte de esta categoría.
- Por último, un tercer grupo formado por empresas cuyo negocio es la tecnología, se benefician de su avance y juegan un papel importante en las disrupciones que se están produciendo. «Precisamente a este tercer grupo pertenece Alphabet, una empresa en la que invertimos por primera vez en 2012 y en la que hemos mantenido una posición relevante desde principios de 2014», indican desde Metagestión.
«Además de entender cómo impacta la tecnología a las compañías en las que invertimos, nos encontramos también ante otro problema que puede que nunca podamos resolver: ¿dónde situamos la línea que delimita si una empresa es invertible o no por el riesgo de disrupción? ¿Cómo saber si la amenaza puede o no materializarse? ¿En qué horizonte temporal se convierte realmente en una amenaza? ¿Tres años, cinco años, diez años o más?», se preguntan los expertos.. A su juicio, «es muy probable que pequemos de conservadores en muchas ocasiones o que, sencillamente, tengamos errores de omisión, preferimos pagar este precio. Como siempre le recalcamos, nuestro objetivo es y será siempre hacer crecer los ahorros de nuestros partícipes y, para lograrlo, la preservación de capital es un objetivo que nunca perderemos de vista».
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