El hecho de comer fuera de casa a cambio de unas monedas, cuya evolución ha dado lugar al próspero sector de la restauración, existe prácticamente desde el inicio de la historia; ya en el Imperio Romano allá por el 79DC salían a comer fuera del hogar en los primeros restaurantes.
Vino, uvas o nueces eran las viandas que se consumían en la época. Desde entonces han pasado muchas cosas en la historia de la humanidad y también en la historia de la hostelería. Lo primero que uno piensa en este escenario es que todo está inventado y que no hay manera de sorprender al consumidor, pero si nos paramos un momento y miramos con detenimiento, la realidad es precisamente la contraria: la innovación es la clave del éxito.
El punto a clarificar es qué se considera innovación en el sector de restauración organizada. La innovación suele relacionarse de manera genérica con grandes descubrimientos, con revoluciones tecnológicas o con inventos sensacionales, pero en el mundo de los negocios, la innovación puede darse en el producto, en la forma de presentarlo o servirlo, en el formato, en el modelo de negocio o simplemente en la forma de comprar… y puede ser un pequeño cambio el que marque la diferencia y revolucione un mercado.
Hay muchos ejemplos de pequeños cambios o matices que aparentemente podían habérsele ocurrido a cualquiera, pero que marcaron el destino de aquellos que lo pusieron en marcha por primera vez. Quién iba a pensar que ponerle un palo a un caramelo iba a marcar un antes y un después en la industria de la confitería, o que unos pequeños cuadrados de papel con un borde adhesivo serían imprescindibles en cualquier oficina.
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