La llegada de la nueva ministra de Hacienda de Argentina, Silvina Batakis, tras la repentina partida de Martín Guzmán, no aplacó la disparada del precio del dólar que suele acompañar a las turbulencias políticas en este país.
Ello, sumado a la escalada global de inflación, corroe a la moneda local a tal punto que los billetes argentinos son los de menor poder adquisitivo de la región de tantos ceros que acumulan, indica un estudio de la Bolsa de Comercio de Córdoba, realizado antes del cambio de ministros.
Ceros y más ceros
Lanzado en diciembre de 2017, el billete de 1000 pesos continúa siendo el de mayor denominación en Argentina. El detalle es que, al comenzar a ser distribuido por el Banco Central hace cinco años, equivalía a 60 dólares. Este jueves (21), compraba 2,96 dólares en el mercado “blue” (Ver nota en Dirigentes).
Ello significa que el billete perdió un 87% de su valor medido en dólar oficial y un 93% en dólar libre. En el contexto regional, el papel argentino de más alto valor no compra hoy ni una sexta parte de lo que compran, por ejemplo, 100 bolívares (18 dólares), el papel de más alto valor de Venezuela, país sinónimo de inflación sideral.
El dinero local no logra sobreponerse a la cantidad de ceros que la devaluación le va agregando y que ha llevado a sucesivos cambios de denominación: moneda nacional (1881-1969), peso ley (1970-1983), austral (1985-1991), convertible (1992-2002) y peso (actual), todos intentos de estabilización de efecto breve.
En esos cambios de nombre, la moneda acumuló 13 ceros y es así como en las finanzas hoy se habla de millones para cifras que en una economía estable no son más que miles. En esa contabilidad millonaria de ficción, la sobrecarga de dígitos ha ido mermando el poder real de compra: en dos décadas, la inflación acumula más de 12.000%.
Gastar o estallar
El ministro Guzmán, que salió criticado por la propia alianza de Gobierno a la que representaba, legó a su sucesora Batakis un acuerdo con el FMI para liquidar la deuda externa y un compromiso soberano de ordenar los indicadores macro, entre estos, la inflación, el déficit fiscal y la moneda.
Si bien la nueva titular de Hacienda declaró que mantendría el programa de su antecesor, la crisis de confianza se agravó tras su asunción y ello repercutió, una vez más, en la moneda: con menos de un mes en el cargo, el peso perdió 29,2% de su valor, pasando de 239 a 337 pesos el precio que se pagaba este jueves por cada dólar.
Ante ello, el equipo económico se concentró en un nuevo intento de frenar el drenaje de valor y anticipó nuevas medidas. Una de estas consiste en un tipo de cambio específico para turistas, anunciado por Batakis como una forma de ir estabilizando las finanzas a través de una “institucionalización” gradual de los mercados paralelos (“blue”, LLC, puré, bolsa, etc).
Tarifas y realidades
Al mismo tiempo, Hacienda anunció un aumento de 40% en las tarifas de transporte público a partir de agosto como parte de un proceso de eliminación de subsidios a ese sector, política acordada con los técnicos dirigidos por Kristalina Georgieva y que ya encendió señales de alarma de probables revueltas populares.
Analistas nacionales e internacionales observan con cautela, aunque con creciente inquietud, tales movimientos sociales en un escenario económico complicado en extremo. Con la perspectiva de que la inflación superará el 80% este año, el riesgo país ya ha llegado a los 2.827 puntos (previo al estallido de 2001, cuando Argentina entró en cese de pagos, ese índice era de 999 puntos).
En los últimos días se habla aquí con insistencia de “sinceramento cambiario”, esto es, una admisión oficial de la pérdida de valor de la moneda y una consecuente nueva eliminación de ceros. En efecto, entre el dólar oficial y los paralelos ya había una diferencia de 140%, clara constatación de que Gobierno y sociedad transitan por realidades bastante distantes.
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