Moody’s fue la primera agencia en valorar las elecciones el pasado mes de diciembre. Advertía que el resultado era negativo la solvencia de España "por el incremento de la incertidumbre política y las dudas sobre la capacidad y voluntad del nuevo Gobierno de continuar con reformas estructurales y la consolidación fiscal necesarias".
Y hoy ha cumplido su amenaza al rebajar la perspectiva de la deuda de "positiva" a "estable", pese a que reconoce que el país presenta altas tasas de crecimiento. Es un nuevo paso atrás en la calificación que se mantiene en Baa2, cerca del bono basura. Antes de las elecciones se esperaba que las agencias elevaran un peldaño el rating de la deuda española, pero decidieron posponerlo hasta el resultados de las elecciones.
Moody’s explica que su decisión se debe a que el control de las cuentas públicas de, especialmente, las comunidades autónomas es peor que el previsto y que "con independencia de quién asuma el gobierno, no es probable que se aprueben las reformas adicionales de apoyo al crecimiento necesarias en los próximos tres o cuatro años".
Además, la agencia de ráting señala que las reformas realizadas en los últimos años, como la de pensiones o laboral, están tenido un impacto menor de lo que anticipó en 2014, cuando decidió situar en positiva la perspectiva de su calificación.
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