En esta dolorosísima etapa de pandemia y contagios llena de horribles noticias sobre muertos y extensión de los infectados nos han decretado un Estado de Alarma y un confinamiento. A nivel personal es duro, a nivel corporativo, puede que no todo sea tan malo. Es verdad que el batacazo económico va a ser extraordinario pero, […]
Dirigentes Digital
| 03 abr 2020
En esta dolorosísima etapa de pandemia y contagios llena de horribles noticias sobre muertos y extensión de los infectados nos han decretado un Estado de Alarma y un confinamiento. A nivel personal es duro, a nivel corporativo, puede que no todo sea tan malo.
Es verdad que el batacazo económico va a ser extraordinario pero, también es verdad, que ya hemos salido de otras crisis económicas. Y los que han salido de una crisis suelen salir más fuertes. Por tanto, los que consigan superar ésta deberán empezar a prepararse para la siguiente con la relativa tranquilidad de saberse un poco más fuertes. Y seguir acumulando lecciones aprendidas de crisis anteriores:
• Seguir los datos muy de cerca y hacer comunicaciones directas a sus grupos de interés (clientes, empleados, proveedores, accionistas, reguladores), cuando les puedan afectar dichos datos.
• No dejarse llevar por lo último leído, incluso de expertos virólogos o epidemiólogos, y poner las cosas en contexto para no sobre reaccionar y reconsiderar constantemente el entendimiento de lo que está pasando.
• Evitar la burocracia y crear numerosos documentos que habrá que mantener actualizados.
• Dar una equilibrada respuesta a las comunicaciones, necesidades de los empleados, viajes, teletrabajo, estabilización de la cadena de valor, seguimiento y previsión del negocio y formar parte de la solución.
Desde luego, entre las cosas buenas que sacaremos de esta crisis está la aceleración, por fuerza mayor, de la transformación digital de muchísimas Pymes que no habían hecho más que hablar de “la necesidad de digitalizarse” y hacían muchos planes de los que no se cumplen. Y para salir de esta crisis, se debe inevitablemente, simplificar y agilizar las operaciones principales y apalancarse en la tecnología digital disponible, en lugar de recortar costes.
Además, será necesario tomar decisiones que favorezcan la resiliencia y seguir preparándose para la siguiente crisis, reflexionando sobre lo aprendido y ordenándose para un mundo que cambiará cuando se resuelva esta crisis del coronavirus. Por último, aumentar la habilidad de la organización para innovar y explorar nuevas ideas,porque como decía el recordado Eduard Punset, “desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseñado es más importante que aprender”. Y completar la innovación con renovar la estrategia y plantear un crecimiento sostenible a largo plazo.
A algunas organizaciones, este retiro forzoso en casa les ha pillado razonablemente preparadas, a la mayoría muy perdidas. Pero ha llegado para muchos, y por fuerza mayor, la fase de ejecución. Hace unas semanas solo un 7,5% de la población laboral española estaba habituada al teletrabajo. Hoy hay centenares de miles de personas que dedican muchas horas al día, en su encierro, a comunicarse con otros a través de Teams, Zoom, Webex, Skype y demás. Y lo han acogido, en general, con más naturalidad de lo esperado.
Hay unos cuantos que se están poniendo al día, en lo que les entretiene, y devoran las series de TV con verdadera fruición. Pero hay otros que aprovechan este forzado parón delante del ordenador en casa para ir haciendo cursos formativos oparticipar en sesiones informativas de materias relacionadas con su desarrollo personal y, sobre todo, profesional. Y aquellas organizaciones que tengan más de éstos últimos, los que aprovechan para formarse, son las que no volverán a la casilla de salida de la transformación digital cuando vuelvan a la “nueva normalidad” del trabajo presencial. Porque el verdadero cambio o transformación no se producirá porque “ya, por fin, hemos empezado a usar más tecnología en esta organización”, sino porque habrá personas dispuestas a probar nuevas formas de hacer las cosas, simplificar procedimientos, acortar las reuniones, colaborar de verdad con el equipo para dar más valor al cliente, etc.
La transformación digital no es una cuestión de tecnologías añadidas. Es una cuestión de personas capaces de dar más valor a sus clientes, o a sus equipos, por medio de la tecnología.
Lo primero, para la transformación, es tener claro el propósito, la visión y la estrategia, detallando un plan de acción concreto. Cuando vamos como “pollo sin cabeza” hacia la transformación digital lo habitual es meternos en muchos “fregados” de tecnología que no nos solucionan nada pero si nos empeoran la cuenta de resultados, por las facturas que recibimos a cuenta de esa tecnología.
Lo segundo, conocer la cultura de la organización y el modelo de liderazgo que se necesita para llevarla hacia donde queremos, con mucha comunicación, con valores claros, con una estructura organizativa, simple y ágil. Como dice Xavier Marcet, “el cambio inherente a la transformación digital necesita un liderazgo que es más acompañamiento que imposición, una suerte de líderes que inspiran a los demás porque experimentan en primera persona los cambios que proponen. Liderar desde el ejemplo, con vocación de servicio y una cierta humildad”.
Lo tercero, es entender muy bien lo que quiere el cliente porque el éxito de la transformación pasa por poner, de verdad, al cliente en el centro de la organización. Y eso va a requerir nuevas formas de hacer las cosas. Innovar e incluso mutar de modelo de negocio.
Lo cuarto, es escoger las tecnologías que permitan dar ese mayor valor añadido al cliente sin pagar por ellas cantidades astronómicas. Tecnologías probadas y prácticas.
Y lo último, pero no menos importante es ejecutar y medir, naturalmente.
Así que veremos salir airosos de la crisis a quienes hoy se están preparando a través de las personas pero, además, éstas serán las organizaciones que irán en cabeza en la transformación digital porque la transformación digital va de personas no de tecnologías.