El brote de COVID-19 se ha convertido en una emergencia en rápida evolución, las cifras y medidas cambian constantemente en Europa y en el mundo, lo que afecta a todos los estamentos de la sociedad. Nunca desde el final de la Segunda Guerra Mundial se ha enfrentado la comunidad mundial a una crisis tan dramática. […]
Dirigentes Digital
| 02 abr 2020
El brote de COVID-19 se ha convertido en una emergencia en rápida evolución, las cifras y medidas cambian constantemente en Europa y en el mundo, lo que afecta a todos los estamentos de la sociedad.
Nunca desde el final de la Segunda Guerra Mundial se ha enfrentado la comunidad mundial a una crisis tan dramática. Ningún gobierno de Europa ni de ningún otro lugar puede pensar en resolver una pandemia como esta por su cuenta. Todos los Estados miembros deben unirse, apoyarse mutuamente y coordinar una acción concertada. Un enfoque fragmentado por parte de cada Estado miembro es, sin duda, una receta para el desastre. Si nos equivocamos, puede que no tengamos otra oportunidad de hacerlo bien.
Nuestros pensamientos están con aquellos que se han visto directamente afectados por la pandemia, y también queremos expresar nuestro reconocimiento al gran número de personas, no solo del sector de la salud, que luchan contra el COVID-19 mostrando valor y un sentido increíble de la responsabilidad. Sus esfuerzos merecen elogio y apoyo, y hay que garantizar al mismo tiempo medidas de salud y seguridad para todos ellos.
En las tres últimas semanas, las instituciones de la UE han trabajado día y noche para elaborar un plan de emergencia. Han tomado decisiones sin precedentes para luchar contra la pandemia de COVID-19 y, tras alguna vacilación inicial, ha quedado patente que los Estados miembros simplemente no pueden prescindir de un enfoque coherente y coordinado frente a una amenaza mundial.
El CESE se ha esforzado por ofrecer asesoramiento y contribuciones, en primer lugar emitiendo con rapidez una declaración, aprobada mediante procedimiento escrito por la Mesa con el pleno apoyo de los Grupos, y en segundo lugar respondiendo a la petición del Parlamento Europeo de contribuir con tres dictámenes al pleno extraordinario del 26 de marzo. Personalmente, también he actuado y respondido con una serie de declaraciones en las que pido que no se escatimen esfuerzos (#whateverittakes), en línea con las posiciones del CESE.
La UE ha cambiado sus reglas económicas, que hasta ahora parecían inamovibles. Ha activado la cláusula general de salvaguardia del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ha concedido una flexibilidad adicional con respecto a las normas vigentes en materia de ayudas estatales. Ha modificado el Reglamento sobre las franjas horarias de los aeropuertos y ha ampliado el ámbito de aplicación del Fondo de Solidaridad de la Unión Europea para incluir las emergencias sanitarias, aunque, como ha subrayado el CESE en su Dictamen, no va lo suficientemente lejos en la definición de las operaciones específicas que pueden recibir financiación para atajar la crisis pandémica.
Además, se ha puesto en marcha de forma rápida y coordinada a nivel europeo todo un arsenal de ayudas financieras: 750 000 millones de euros del Banco Central Europeo, 40 000 millones de euros adicionales de préstamos del Banco Europeo de Inversiones y los 37 000 millones de euros puestos sobre la mesa por la Comisión Europea a través de los Fondos Estructurales.
El último Consejo Europeo, pese al compromiso de muchos jefes de Estado o de Gobierno, no dio los resultados esperados. En el momento de redactar este artículo, el Eurogrupo tiene dos semanas para elaborar un plan.
Son tiempos extraordinarios, en los que los ciudadanos, las empresas y los trabajadores de la UE se ven sometidos a una presión insoportable, ya que temen, con razón, por su salud, su trabajo y el futuro de sus hijos. El momento exige que todos actuemos con coraje.
Hace 63 años, los países fundadores de la Unión Europea firmaron el Tratado de Roma e hicieron realidad un sueño: un continente unido, basado en una visión común, en principios compartidos y en un destino común.
Esta vez no se trata de crear la Unión, sino de salvarla. Debemos ser capaces de responder a las emergencias. El CESE pide un plan de recuperación completo, de la magnitud del Plan Marshall o del «New Deal».
Como presidente, confío en que todos los miembros aporten su contribución a través de los Grupos y las secciones para ayudar a elaborar escenarios y herramientas para afrontar esta crisis. Las opciones son muchas, aunque todavía no están totalmente articuladas: líneas de crédito del Mecanismo Europeo de Estabilidad, «bonos corona», un Tesoro de la zona del euro, e incluso gastos conjuntos extraordinarios.
El esfuerzo de recuperación mundial requerirá que todos los sectores de la sociedad colaboren. Como órgano consultivo que representa a la sociedad civil organizada europea, es nuestro deber contribuir a idear nuevas soluciones con un espíritu de solidaridad renovada en el seno de la UE.