Por Ignacio Aguado, co-fundador y CEO de Jastag. Ex-vicepresidente de la Comunidad de Madrid
Ignacio Aguado
| 22 abr 2024
Comunicar de forma efectiva es indispensable para cualquier líder o persona que aspire a serlo. De hecho, me atrevería a decir que es imposible ser un buen líder si no dominas el arte de la comunicación. Podrás ser un buen gestor, un gran experto en tu materia o un buen profesional de tu sector, pero nunca llegarás a ser un buen líder si no le das a la comunicación y al desarrollo de tus habilidades comunicativas la importancia que merecen.
James Humes, uno de los “speechwriters” más importantes e influyentes del siglo XX, consideraba que el arte de la comunicación es el lenguaje del liderazgo. Es decir, que solo aquellos que manejan con destreza la comunicación pueden jugar en la liga de los “influyentes”. De los que influyen porque lideran y de los que lideran porque influyen. Y es que la capacidad de transmitir ideas claramente, de persuadir a otros y de escuchar activamente no solo mejora la eficiencia operativa de un negocio. También fortalece las relaciones interpersonales y la cultura corporativa de tu organización o proyecto.
Porque la comunicación va más allá del simple intercambio de información. Se trata de conectar con las personas, entender sus perspectivas y motivaciones, y construir un consenso que impulse a la organización hacia adelante. Los líderes con habilidades comunicativas sólidas son capaces de inspirar confianza y compromiso, de atraer y retener talento; y de hacer de un proyecto concreto una causa común.
La comunicación efectiva permite a los líderes establecer una visión clara y compartida. En este sentido, un presidente o un director ejecutivo debe ser capaz de marcar el rumbo de la organización y de definir cómo cada miembro del equipo contribuye a ese objetivo. De esta forma, no solo se motiva a los empleados, sino que también se les proporciona un sentido de propósito y pertenencia.
Además, en situaciones de crisis o cambio como las que vivimos de forma recurrente de unos años a esta parte, la habilidad para comunicar con claridad y calma puede marcar la diferencia entre el pánico y la resiliencia. Entre ganar o perder. Entre sobrevivir o perecer. Los altos directivos que comunican de manera efectiva son capaces de guiar a sus equipos a través de la incertidumbre, manteniendo la moral alta y la productividad intacta. Sin embargo, los que no manejan estas habilidades, se disipan entre la niebla y son sobrepasados tanto por los acontecimientos como por quienes, sin tener muchas veces la “potestas” dentro de la organización, logran que aflore su auctoritas ante la ausencia de quienes deberían liderar la embarcación.
Parece, pues, evidente que ningún presidente o alto directivo puede permitirse el lujo de no dominar la comunicación. No en un mundo como el actual, donde la multilateralidad, la inmediatez y los algoritmos rigen nuestras vidas y las de nuestras empresas.
Porque, además, la formación en comunicación no solo beneficia a la persona en cuestión. También tiene un efecto multiplicador en toda la organización. Los líderes que comunican bien se convierten automáticamente en modelos a seguir para el resto, elevando el listón de exigencia para todo aquel que se siente involucrado y parte del proyecto. De esta forma, todo el ecosistema empresarial (stakeholders) se ve beneficiado, propiciando mejoras en la comunicación a todos los niveles.
En definitiva, estoy absolutamente convencido de que la formación en habilidades de comunicación es la inversión más prioritaria e inteligente que debe asumir cualquier persona que aspire a liderar organizaciones de forma eficaz. Porque ya no es suficiente con ser un experto en tu sector o estar al frente de una organización consolidada. Para liderar con éxito en esta década, también hay que aspirar a ser un comunicador excepcional y esa es una habilidad que se trabaja durante toda la vida.