Los peruanos Ves tal vez tienen una canción, Hoy te vi feliz, donde una novia le reprocha a su ex que, mientras ella buscaba un sueño, él buscaba un objetivo. La sostenibilidad tiene mucho de esto, de sueños y de objetivos. Si convertimos la sostenibilidad en un mero instrumento de gestión, de cumplimiento de objetivos, […]
Dirigentes Digital
| 24 jun 2022
Los peruanos Ves tal vez tienen una canción, Hoy te vi feliz, donde una novia le reprocha a su ex que, mientras ella buscaba un sueño, él buscaba un objetivo. La sostenibilidad tiene mucho de esto, de sueños y de objetivos. Si convertimos la sostenibilidad en un mero instrumento de gestión, de cumplimiento de objetivos, corremos el riesgo de convertirla en una herramienta burocrática, sueño húmedo de los contables. Por otro lado, si solo nos dedicamos a perseguir sueños corremos el riesgo de que al despertar el dinosaurio todavía esté allí, que diría Monterroso, quizás el sueño húmedo de los cuentistas.
La gestión de la sostenibilidad supone métricas, objetivos, Kpi´s, cumplimiento, faltaría más, etc., pero también cuentos, historias, narrativas, sueños, para que otra manera de hacer las cosas sea posible. No creo que convenga abundar en la brecha entre las empresas que quieren salvar el mundo, sueños y las que buscan ganar dinero, objetivos, porque al final las primeras acaban aprovechándose de nuestros sueños para conseguir sus objetivos y las segundas no sobreviven al aburrimiento.
La ley de la empresa es perseguir el beneficio, pero no de cualquier manera, las empresas buscan obtener el beneficio satisfaciendo necesidades humanas. La sostenibilidad nos da la posibilidad de gestionar de otra manera para continuar satisfaciendo las necesidades del presente sin poner en peligro las necesidades de las futuras generaciones y eso tiene mucho de sueño y también de objetivos, claro. Por ello, no entiendo la polémica ni declaraciones como que la reciente taxonomía verde va a acabar con el cuento de la sostenibilidad. Cuentas y cuentos, sueños y objetivos tienen que estar alineados si de verdad queremos convertir a la sostenibilidad en un nuevo modelo de gestión, en una nueva manera de hacer las cosas, ya digo, y no en un gatopardismo verde. Para eso convendría empezar a cerrar algunas brechas.
La primera es la brecha entre las áreas de la empresa que hacen las cosas y las que cuentan las cosas. Reducir esa brecha evitaría la tentación de caer en prácticas de greenwashing de los que comunican las cosas, pero también evitaría caer en el efecto Velvet Underground, un grupo musical de culto que solo consiguió el reconocimiento cuando se separó, de los que hacen las cosas. Poner en valor los comportamientos de impacto medioambiental o social para conseguir el reconocimiento de los grupos de interés debería importar tanto como implementar comportamientos para reducir nuestras emisiones o la brecha salarial. Hay que hacerlo y hay que contarlo y, a ser posible, con cierta gracia.
La segunda brecha es la ya citada entre contables y poetas. La auditoría de cuentas ha traído innegables ventajas a la gestión de empresas, pero convertir la sostenibilidad en una cuestión exclusivamente de auditores y/o certificadores devenidos en verificadores, es, como poco, peligroso. Creo que fue Marcel Proust el que dijo aquello de si no mides lo que quieres acabarás queriendo lo que mides. La sostenibilidad necesita métricas, pero no solo métricas, debe estar vinculada con el propósito de las compañías, con su razón de ser y eso va más allá del recomendable cálculo de la elegibilidad o la verificación externa de los EINF. Victoria Camps dice que no hay que apostar por las emociones sin más ni por la racionalidad pura, pues ni los sentimientos son irracionales ni la racionalidad se consolida sin el apoyo de los sentimientos. Pues eso, contar para la RAE supone, numerar o computar las cosas considerándolas como unidades homogéneas; pero también referir un suceso verdadero o fabuloso.
La tercera y última ya la apuntó hace años el profesor John Elkinton cuando habló del triple bottom line, el “planet” no lo podemos entender sin la people y ninguno de estos dos puede quedar al margen del profit. La sostenibilidad tiene que aportar retorno, la inversión y financiación ESG son bien recibidos en esta fiesta, un beneficio sostenido en el equilibrio de los diferentes grupos de interés.
Una fiesta en la que necesitamos sueños y objetivos porque, aunque el reloj jamás cambie de sentido, cuando unos persiguen sueños y los otros objetivos la cosa no acaba bien del todo.