Nadie dudaría del impacto del color en nuestro estado de ánimo. Muy pocas personas trabajarían o vivirían a gusto en una estancia negra y, al contrario, cuando llega la primavera, nuestros armarios se llenan de estampados y vivas tonalidades. Quizá por ello en épocas anteriores a la nuestra los pigmentos difíciles de conseguir alcanzaban precios […]
Dirigentes Digital
| 19 sep 2023
Nadie dudaría del impacto del color en nuestro estado de ánimo. Muy pocas personas trabajarían o vivirían a gusto en una estancia negra y, al contrario, cuando llega la primavera, nuestros armarios se llenan de estampados y vivas tonalidades. Quizá por ello en épocas anteriores a la nuestra los pigmentos difíciles de conseguir alcanzaban precios desorbitados, y solo los muy ricos podían permitirse el uso de tintes de azul ultramar o púrpura imperial.
Hace algún tiempo la Universidad de Arizona hizo un estudio sobre la evolución de la música popular. Y encontraron que, conforme pasa el tiempo, las melodías siguen patrones más sencillos, utilizando palabras más simples y abusando más de la repetición que en otros tiempos. Dicho en otras palabras, el panorama musical se está volviendo más homogéneo.
Esta es una tendencia que no solo existe en la música. También se observa en el cine, en el que abundan las resucitaciones de franquicias que resultaron exitosas en el pasado y, por supuesto, en la novela, donde cada vez es menos lo que cae fuera de unas pocas categorías definidas por la industria, porque la literatura de género se ha convertido casi en la única literatura. Así pues, cada vez abundan más las narrativas de argumento nítido, en las cuales poco hay que descubrir o indagar. Pero no solo eso: de un tiempo a esta parte, objetos cuyo uso en ocasiones pasa inadvertido, como por ejemplo los coches o los teléfonos móviles, cada vez se parecen más entre sí, componiendo un paisaje más y más igual a sí mismo.
Pues bien, a estos hechos se suma ahora un estudio reciente de Science Museum Group que ha revelado un hallazgo digno de análisis. Analizaron más de siete mil fotografías pertenecientes a veintiún categorías de objetos cotidianos, que tenían que ver con asuntos de lo más variado, como la fotografía o los electrodomésticos. Y lo que encontraron fue una tendencia que viene avanzando inexorable desde hace más de un siglo. Un color que, con el paso del tiempo, se ha ido haciendo predominante. Podía haber sido el azul ultramar o el púrpura imperial. Podía haber sido también el blanco. Pero no: es el gris. De hecho, en el 80% de las fotografías aparecía este color, con la excepción de la explosión cromática acontecida en los años sesenta. Con todas las limitaciones y reservas que cualquier estudio implica, la conclusión parece clara: nuestro mundo no solo es cada vez más monótono. También es cada vez más gris.
Mientras escribo esto el otoño avanza hacia nosotros. Dentro de poco, tendremos menos horas de luz y, si tenemos suerte, comenzarán las lluvias. Nos refugiaremos en nuestras casas a ver series que estiran hasta el infinito los mismos argumentos de siempre y nuestros ojos volverán a examinar las estanterías de los libros más vendidos, es decir, los que lee todo el mundo. Desaparecerán de nuestros armarios los vivos colores del verano y optaremos por una ropa más de todo uso, sin tanto contraste y celebración cromática. Es decir, ropa más gris.
El año pasado por estas fechas caminábamos, según todas las predicciones, hacia un otoño duro y frío. Y en esta columna yo escribí sobre el hecho de que, pasara lo que pasase, alguien se enamoraría. Y que por tanto aquel otoño, que para muchos de nosotros iba a ser tortuoso, sería brillante y tornasolado para otros: el otoño del amor.
Quizá debamos pensar en convertir este otoño en un otoño del color. Quizá deberíamos intentar luchar contra la monotonía de lo igual a sí mismo y contra la dictadura del gris. Quizá tendríamos que dejar de ser arrastrados por las tendencias que marcan otros y abusar del azul ultramar y del púrpura imperial, del amarillo intenso, del fucsia rabioso y del verde lima. Que, en medio de tanta crisis, de tanta guerra, de tanta política decepcionante y de tanto clima extremo, seamos nosotros la luz y el color, la vida y, por tanto, la esperanza.