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Transformarse o… perder

Podríamos decir que desde la pandemia las economías y empresas de todo el mundo viven con una incertidumbre paralizante fruto de un contexto que cambia a una velocidad impensable: pandemia mundial, escasez de materias primas, guerra, crisis energética, crisis climática…. La complejidad del escenario al que nos enfrentamos viene provocada por un cóctel inabarcable formado […]

Dirigentes Digital

27 oct 2023

Podríamos decir que desde la pandemia las economías y empresas de todo el mundo viven con una incertidumbre paralizante fruto de un contexto que cambia a una velocidad impensable: pandemia mundial, escasez de materias primas, guerra, crisis energética, crisis climática…. La complejidad del escenario al que nos enfrentamos viene provocada por un cóctel inabarcable formado por cuatro grandes macrotendencias: la globalización, la revolución digital, la expansión-democratización del conocimiento y la emergencia climática. 

Parece que la ecuación para enfrentarnos a esta incertidumbre la tenemos clara y, por ello, la transformación digital y la transición energética están en boga. Que estas dos grandes transformaciones son dos pilares fundamentales para no perder competitividad no es secreto. Constantemente vemos titulares que las sitúan en el centro de la solución a la crisis energética, climática y económica, y así es. Sin embargo, a menudo queda olvidada la transformación cultural, que no solo es igual de importante que las anteriores, sino también la más compleja. En las dos primeras hay que incorporar aspectos externos que nos vienen dados, pero en la transformación cultural tenemos que cambiar algo que ya existe y está profundamente arraigado, la cultura.  

La sociedad evoluciona, cambia y defiende valores nuevos según la época. La sostenibilidad, apostar por el reciclaje, el feminismo… Todo es consecuencia de esta evolución y transformación de la cultura de la sociedad, y, por supuesto, las empresas también han sido objeto de esta metamorfosis.  

Para conseguir esta profunda transformación hay tres grandes aspectos a destacar: definir la misión y el propósito, crear el mejor equipo y dar forma a la cultura. Empezando por el primero: generalmente las compañías ya cuentan con un propósito, hoy en día esto se presenta como un must, pero tenemos que conseguir que las personas tengan también un propósito personal alineado con el de la empresa.  

Especialmente en épocas de incertidumbre en las que no sabemos qué va a pasar en el futuro cobra especial relevancia poder atraer y conservar el talento. Mucha gente joven está entrando en las empresas y el grado de abandono de los menores de 30 es mayor al resto de generaciones. A esto hay que sumarle que los baby boomers, la generación más numerosa, está al final de su etapa laboral y vamos a encontrarnos con grandes dificultades para sustituirles. 

Lo que nos lleva al segundo aspecto: crear el mejor equipo. Nos va a costar mucho atraer al talento y, sobre todo, conservarlo. Como no podamos hacerlo va a ser muy difícil gestionar y enfrentar los retos futuros. Además, no hay que pasar por alto que la transformación digital va a depender, en gran medida, de que los jóvenes que incorporemos estén contentos y podamos fidelizarles.  

Quizás sea de los mayores retos que tenemos, cómo gestionar cinco generaciones y especialmente a los jóvenes. 

En cuanto el último punto, hay muchos elementos imprescindibles que dan forma a la cultura, como la curiosidad. En un mundo tan interconectado, en el que el conocimiento se ha expandido y democratizado, donde se han roto los sectores y donde los competidores se han multiplicado porque podría ser cualquiera, necesitamos estar abiertos a ver qué está ocurriendo en el resto del mundo y cómo nos puede afectar a nosotros y nuestros clientes.  

En definitiva, transformación digital, transición energética y transformación cultural son las tres urgentes transformaciones que debemos acometer para no perder competitividad. Si no lo hacemos -además las tres al mismo tiempo- estaremos fuera del mercado, porque en una época de disrupciones siempre hay asimetrías. Ganadores y perdedores. 

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