Aunque pueda parecer obvio, lo cierto es que cuando hablamos de inversión muchas veces las cosas más sencillas y evidentes se olvidan. Quizá por ello, este experto recuerda que la propia naturaleza del universo de inversión de deuda high yield hace que sea clave “evitar los perdedores y elegir a los ganadores”. Esto, explica, requiere un “enfoque contrarian y sin restricciones”, que nos proporcionará “rentabilidades superiores al mercado en este entorno con tipos cerca (o en) mínimos históricos”. “Es esencial no seguir al ‘rebaño’. Esto puede significar comprar bonos en sectores o áreas del mercado no queridas, pero con espacio para ofrecer retornos (…) Siempre preferimos comprar cuando los demás venden, y vender cuando los demás compran”, afirma tajante. Para ello, debemos establecer si “un factor exógeno afecta verdaderamente a los fundamentales de la deuda en cartera. Por ejemplo, los diferenciales del high yield sufrieron con el Brexit, pero es importante dar un paso atrás, mirar valoraciones, técnicos y fundamentos antes de precipitarnos en una decisión de inversión. Para la mayor parte de las empresas que emiten en este espectro no importa si Reino Unido sigue en la Unión Europea (UE) o no”. Llama la atención Bus sobre el hecho de que muchas empresas que cuentan con una calificación de su deuda por debajo del grado de inversión, suelen recibir estos ratings “porque son relativamente jóvenes y no han establecido registros de crédito históricos; o se dedican a industrias de alto riesgo, como la exploración de petróleo; o, con bastante frecuencia, operan en un sector más maduro y usan el apalancamiento para crear un retorno de capital más atractivo”. En este contexto, cree que el mercado actual ha creado una oportunidad cada vez más amplia si establecemos diferencias entre las emisoras de high yield a nivel regional y sectorial. “Las energéticas con esta ‘nota’ en su deuda, por ejemplo, tienen diferentes métricas de riesgo y recompensa frente a las que pertenecen a la industria de bienes de consumo (…) también hay grandes distinciones entre el enfoque empresarial (incluyendo actitudes culturales ante el apalancamiento) entre Europa y Estados Unidos”, detalla. Y esto, continúa, “permite diversificar a través del espectro del high yield, lo que significa que tener asimismo un enfoque verdaderamente globalizado de la inversión es vital”. Por otro lado, las “oscilaciones” también suponen una fuente de oportunidad, “sobre todo cuando las economías se ‘dislocan’ unas de otras debido a las diferentes políticas de los bancos centrales”, como sucede en el momento actual, con el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón (BoJ por sus siglas en inglés) embarcados en programas de estímulos masivos, y la Reserva Federal (Fed) intentando dar ‘marcha atrás’ a todas las medidas extraordinarias. “Es raro que los ciclos económicos (en cualquier caso) se muevan en tándem, divergencia que permite sacar provecho a los gestores activos”, apunta. En concreto, los distintos caminos tomados por las autoridades monetarias de ambos lados del Atlántico es una de las razones que les hace ser “cautos respecto al crédito estadounidense, sobre todo si la prima de riesgo (spread) no lo compensa”. El problema, añade, “se agrava por el hecho de que las empresas norteamericanas actualmente tienden a estar más endeudadas que las europeas, donde aún se recuerda (y duele) la crisis y tienen una actitud más conservadoras”. Diferencias regionales hay también dentro de los propios sectores, siendo la industria financiera uno de los principales ejemplos: “Muchos bancos aún se están recuperando de la crisis financiera, y algunos de la Zona Euro son muy débiles, están sobrecargados de deuda, como es el caso de los italianos (…) pero hay bastantes excepciones, pues la recapitalización llevada a cabo por las entidades europeas han creado un vibrante mercado de bonos híbridos, al tiempo que la deuda subordinada emitida por las firmas fuertes es muy atractiva”.
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