Desde la crisis de 2008, la deuda subordinada financiera prácticamente se ha duplicado y ronda ya los 650.000 millones de euros, esto es, más del doble del volumen del high yield en Europa, y más de seis veces el de las obligaciones convertibles de la región. Cifras nada desdeñables en un entorno de escasez de retornos en la renta fija, con el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón (BoJ por sus siglas en inglés) embarcados en políticas monetarias acomodaticias que mantendrán los “tipos bajos durante un periodo prolongado de tiempo”; mientras la Reserva Federal (Fed) se prepara (por fin) para dar ‘rienda suelta’ a un ciclo alcista en el precio del dinero. En medio de una mejora de las expectativas de inflación y crecimiento sobre las promesas fiscales y de inversión del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta si se harán realidad. Contexto complejo al que se enfrentan los inversores en deuda que ven reducidos retornos y opciones… Sin embargo, parece que hay un nicho de oportunidad por explorar. “Al asignar sus carteras, con frecuencia los inversores institucionales deciden invertir hasta un 5% aproximadamente en un fondo high yield o en convertibles, pero en su proceso de selección omiten el segmento de la deuda subordinada financiera. A nuestro modo de ver, es un error subestimar este mercado, y conviene corregirlo”, apunta François Lavier, gestor de Lazard Frères Gestion. Detalla este experto que la principal ventaja de este segmento de la renta fija “es que permite ofrecer a los inversores un compromiso en materia de rendimiento, pero también de riesgos, entre la renta variable por una parte y las obligaciones clásicas por otra. Además, permite elaborar una cartera mucho más diversificada que si se cuenta únicamente con las acciones del sector financiero”. Es más, añade, “desde la crisis financiera, y obedeciendo, tanto a la nueva normativa (Basilea III y Solvencia II), como a la presión de los inversores y competidores, los emisores del sector financiero vienen reforzando continuamente la calidad de su balance. La cantidad, pero también la calidad de sus fondos propios se ha acrecentado constantemente”. Así, considera que se pueden construir dos carteras con deuda híbrida o subordinada: “una principal, centrada, aunque no exclusivamente, en los títulos de deuda Tier 2, que ofrecen rentabilidades del 3% al 4% para una cartera con una calificación global ‘Investment Grade’ (en torno a ‘BBB’); y una segunda cartera centrada en los títulos de deuda ‘Additional Tier 1’, que ofrecen una rentabilidad del 5% al 6% y tienen una calificación media de tipo ‘Crossover’ y en torno a ‘BB’. Consideramos que ambas son complementarias y se deben integrar en asignaciones que variarán en función de las capacidades de asumir riesgo de cada inversor, pero que podría rondar los 2/3 en títulos de deuda Tier 2 y 1/3 en títulos de deuda ‘Additional Tier 1’”. Coincide Julien de Saussure, gestor Edmond de Rothschild AM, al apuntar la garantía que suponen las nuevas normativas para el sector, así como la mejora en tamaño y calidad de las estructuras de capital de las diferentes compañías. “Esto les ha llevo a emitir nuevos instrumentos cuasi-renta variable para sustituir a los anteriores a través de, por ejemplo, amortizaciones antes del vencimiento. Estas reformas han ayudado a los bancos y a las compañías aseguradoras a mejorar sus bases de capital, su solvencia y su liquidez (…) Los CoCos están infravalorados y también ofrecen atractivas oportunidades de inversión«. Con todo, recuerda que dadas las particularidades de los bonos financieros, «resulta necesario que los inversores sean selectivos y diversifiquen. Por ello, creemos que es fundamental optar por un enfoque activo y oportunístico que invierta en todos los niveles de la estructura de capital de las instituciones financieras”. Más allá del sector financiero Las utilities, energéticas o telecos recurren cada vez con más frecuencia a los instrumentos de deuda subordinada, una clase de activos en constante crecimiento y dominada principalmente por emisores bancarios y aseguradoras. Las emisiones de empresas no financieras se han multiplicado por cuatro en un plazo de cuatro años hasta alcanzar los 100.000 millones de euros. El 95% de los emisores son de alta calidad y gozan de unos fundamentales sólidos. En la estructura de capital, los bonos subordinados se encuentran entre los fondos propios y la deuda con un rendimiento medio actual similar al del segmento de high yield, los bonos subordinados ofrecen a los inversores nuevas e interesantes fuentes de rentabilidad. Katia Coudray, consejera delegada de SYZ Asset Management, destaca las «numerosas oportunidades de inversión en el mercado de bonos subordinados. El sector financiero se está desapalancando y es probable que esta tendencia siga su curso”.
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