¿Qué romperá el círculo vicioso de la ‘guerra de divisas’?

Fue con el lanzamiento del primer programa de flexibilización cuantitativa (QE) de la Reserva Federal (Fed) cuando se "abrió fuego"; dos años después el QE2 "reforzó las tropas" desatando "un clamor de protestas entre los bancos centrales emergentes, que temían una oleada de flujos de capital hacia sus economías; efecto secundario peligroso de este plan, con capacidad para desestabilizarlas al fomentar una mala asignación del capital, un crecimiento excesivo del crédito, la inflación del precio de los activos y del valor de sus monedas".

Cinco años más tarde, Hess cree que quizá sus temores no fueran infundados… Los años de entradas de dinero en estos países se están revirtiendo rápidamente, "a menudo dejando una oleada de volatilidad a su paso". El resultado, lo vemos cada día, "una fuerte depreciación de los tipos de cambio en las economías más débiles, junto con el aumento de los costes de financiación en dólares". En muchos casos, añade, el debilitamiento de las divisas da lugar "a presiones inflacionarias importadas que, en combinación con un crecimiento reducido, ante la disminución de los flujos de crédito, crea las condiciones para una estaflación".

Así, las autoridades monetarias de los emergentes se encuentran "en un aprieto extraordinariamente difícil". No pueden flexibilidad su política para estimular el crecimiento, ya que probablemente eso "empeoraría las cosas", tampoco pueden "darse el lujo de avivar las presiones inflacionarias aún más"… Este, explica, es el contexto desfavorable en el que se encuentran Brasil, Turquía y Sudáfrica.

Entonces, ¿qué podría romper este ciclo? "La buena noticia es que muchas monedas emergentes se encuentran infravaloradas en comparación con las medidas a largo plazo de valor razonable. Esto podría ayudar a mantener la competitividad de sus exportaciones, a pesar de la caída de las divisas de otros exportadores como Alemania, Japón o China".

La otra variable favorable es "un crecimiento global más fuerte, pues la mayor parte de las economías en desarrollo depende de la demanda externa"; asimismo, esta mejora de la actividad puede apoyar la confianza de los inversores e impulsarles a apostar por estos países que están "sitiados por su necesidad de capital". 

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