Tras meses y meses de reuniones livianas, los líderes de la Unión Europea siguen sin llegar a un acuerdo en uno de los problemas que, sin duda, copan la preocupación internaconal: la crisis migratoria.
Recordamos que cuando saltó a la palestra internacional la foto del pequeño Ailan, los líderes convocaron una reunión de urgencia que, como era de esperar, no sirvió de nada. La foto se repetía sin cesar en todos los programas informativos televisivos. Los países siguieron acusándose mutuamente de incumplir su compromiso de acogida, y a la hora de repartirse las cuotas, aspectos como el paro o el PIB nacional siguen primando antes de aspectos de claro auxilio humano.
Una de esas veces, mi hija, de 4 años, preguntó a mi madre al ver la foto del cadáver del niño muerto en la playa turca: "¿Qué le ha pasado a ese nene?". Mi madre respondió: "Se ha ahogado, cariño". A lo que mi hija, sin dejar de mirar la televisión, dijo: "Claro, como no llevaba manguitos y no sabía nadar solito, por eso…".
Señores, cuando esta periodista que les escribe oyó esas palabras, pensé que mi hija, de haber nacido en otro país, podría haber sido Ailan. En este mundo tan cruel en el que la vida o la muerte de un niño muchas veces depende del país en el que nazca, hay muchas cosas que están fallando, y una de ellas, la más importante, es la solidaridad humana.
Pero sobre la mesa no hay ninguna solución en firme. Diversas reuniones de cara a la galería han sido el único resultado claro. Ante las devastadoras cifras de inmigrantes y refugiados muertos, los políticos se llevan las manos a la cabeza y aseguran que es una "dramática" situación, pero de momento esta pose ha servido sólo para ‘la foto’.
La Unión Europea aseguró que abordarían el drama de la inmigración, tras el cuál se esconde un problema añadido: las mafias de tráfico de seres humanos. De momento, todo ha sido papel mojado. Ahora llega un nuevo factor que se vuelve en contra de los regugiados: el frío. Se prevén que miles de personas pierdan la vida este invierno agolpados a las puertas de las fronteras con Europa. Y mientras, el Viejo Continente sigue impasible. Los países intentan repartirse centenares de miles de refugiados, pero a la hora de la verdad nadie quiere ‘mojarse’. Seguirán y seguirán las muertes de seres humanos, mientras el mundo prefiere ocuparse de otros asuntos livianos. ¿Hasta cuándo?
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