¿Sabes por qué sufrimos insomnio en invierno?

No en vano, se produce una clara modificación en los ritmos circadianos y se fabrica, en menor cantidad, hormonas que están directamente relacionadas con la calidad del sueño, como son la melatonina y la serotonina.

Lo cierto es que la melatonina es básica a la hora de conciliar el sueño, pero el organismo va produciéndola en menor cantidad conforme se cumplen años. Por este motivo, muchas personas mayores se quejan de dificultades a la hora de conseguir dormir.

Además, ciertos hábitos como las siestas prolongadas, cenas abundantes a unas horas un tanto tardías y la exposición constante a la luz de las pantallas empeoran aún más la disposición para conciliar el sueño.

Afortunadamente, podemos hacer mucho al respecto. Así, procurar eliminar el estrés e instaurar horarios a la hora de irnos a dormir pueden ser cambios decisivos. Asimismo, olvidarnos de las pantallas a partir de una hora concreta y calmarnos con la lectura de un libro también funciona a las mil maravillas a la hora de segregar melatonina.

En cualquier caso, podemos recurrir a pastillas naturales para dormir y, sobre todo, buscar la calma más absoluta olvidándonos de los problemas del día. Por supuesto, existen muchas más pautas que desde la National Sleep Foundation (NSF) aseguran que podemos incorporar a nuestro ritual de descanso a fin de mejorarlo:

  • Si queremos practicar ejercicio, al menos debemos hacerlo varias horas antes de irse a la cama. De lo contrario, el organismo se activará y costará mucho más poder dormir.
  • Evitar las bebidas que contengan cafeína, sobre todo cuando se acerca la noche. En concreto, hablamos de cafés, tés, bebidas energéticas, refrescos con cola…
  • El dormitorio ha de tener los menos aparatos electrónicos y luces posibles, para que nada perturbe el descanso.
  • Desconectarse de cualquier pantalla una hora antes de ir a la cama.
  • Las siestas son excelentes aliadas, pero no conviene sobrepasarse. Así, según un estudio realizado por la NASA, la siesta idónea es aquella que no excede de 25,8 minutos (26 si redondeamos). Ese es el lapso perfecto para descansar, pero sin que nos despertemos con incluso más cansancio y más sueño que antes de echarla. Y, por supuesto, sin que robe el sueño nocturno.

Dicho todo esto, no queda más remedio que tomar cartas en el asunto, porque perder el sueño no es una cuestión menor.

LifeStyle

Add a comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *