9 de marzo de 2015. Era la fecha elegida por el Banco Central Europeo (BCE) para iniciar la compra de activos públicos y privados de la zona euro por valor de 60.000 millones de euros mensuales. Es cierto que el plan estaba anunciado desde principios de año, y el mercado lo había descontado en un primer trimestre que fue excelente para las Bolsas del Viejo Continente.
Aún así, las compras mensuales de deuda y el resto de medidas puestas en marcha por el organismo presidido por Mario Draghi no han sido suficientes para contrarrestar el impacto en los mercados de la crisis griega y, ahora, la de los países emergentes con la desaceleración de China como telón de fondo.
El plan del BCE para estimular el sistema financiero no ha salido como se esperaba. Al menos en lo que a los mercados de renta variable se refiere. Y mucho menos si se compara con el ciclo alcista de seis años acumulado por Wall Street gracias a las medidas expansivas llevadas antes a cabo por la Reserva Federal. De hecho, los principales parqués europeos han vuelto a registrar un acumulado anual negativo tras un agosto nefasto en el que el valor de las cotizadas ha caído en 526.000 millones de dólares según datos recopilados por Bloomberg.
Aunque ahora intentan el rebote, los fabricantes de coches, supuestamente entre los sectores más beneficiados por la depreciación del euro, han visto caer su valoración un 34% desde máximos anuales. Y un descenso similar registran las acciones de empresas ligadas a la energía. De hecho, los datos de Bloomberg indican que solo la compañía francesa Vinci y la firma Vivendi son las dos únicas empresas del Euro Stoxx 50 que cotizan a múltiplos más elevados que en marzo.
Nada que ver con la euforia de principios de año, cuando los inversores empezaban a descontar ya el lanzamiento del QE europeo, con una entrada récord en los fondos de renta variable. Sin embargo, después de que el Euro Stoxx 50 tocase máximos de 7 años en abril, las crisis de Grecia y China han inquietado a los mercados, arrastrando al indicador un 17% desde esos máximos.
Los expertos siguen señalando a las Bolsas europeas como favoritas del mercado frente a la estadounidense. Y su apuesta se basa principalmente en ese supuesto apoyo que siguen manteniendo los inversores del BCE. Sin embargo, y a juzgar por el comportamiento de los mercados en estos últimos meses, algunas voces apuntan ya a que los inversores no deberían jugar todas sus cartas a la baza de Draghi a la hora de elaborar una estrategia de inversión.
Aún así, los analistas dejan claro que el QE sí está teniendo beneficios en la evolución económica de la región. Y que eso deberá ser puesto en valor por los inversores que sepan mirar más allá de las turbulencias a largo plazo. Es cierto que el desempleo en la Zona Euro ha caído en los últimos meses, mientras que la industria alemana se expande a un ritmo más rápido. De hecho, las previsiones apuntan a un crecimiento del PIB del 1,5% este año, el mayor ritmo desde 2011. Y el consenso del mercado aún predice que los beneficios para las empresas de la Zona Euro crecerán un 12% este año.
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