Aunque de manera tardía, los cambios en el modelo de negocio también han llegado a la agricultura. A pesar de que la representación del sector primario en el conjunto de la economía española cada vez es más baja, España no puede ignorar a un mercado que la ha convertido en la ‘huerta de Europa’. Según […]
Dirigentes Digital
| 20 dic 2019
Aunque de manera tardía, los cambios en el modelo de negocio también han llegado a la agricultura. A pesar de que la representación del sector primario en el conjunto de la economía española cada vez es más baja, España no puede ignorar a un mercado que la ha convertido en la ‘huerta de Europa’. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, las exportaciones agroalimentarias se han incrementado un 97,5% en la última década, por valor de 50.349 millones.
Detrás de estas cifras se encuentra una realidad que los expertos han denominado ‘la paradoja agro’ y pone como ejemplo el segmento hortofrutícola. Si en el año 2007 la superficie de frutas y hortalizas registradas en España se situaba en los 1,46 millones de hectáreas, que eran gestionadas por 215.000 personas, en 2016 esta situación había cambiado por completo. El área de explotación se había incrementado hasta los 1,59 millones de hectáreas, mientras que la cantidad de titulares de esos terrenos se había reducido hasta las 172.000 personas, evolución que conduce inevitablemente al sector hacia una transformación de su modelo económico.
Precisamente, el informe ‘La uberización del campo español’ elaborado por la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), va encaminado a analizar esta disrupción, no exenta de retos. “Hay que decidir si queremos una agricultura con agricultores en el marco de una economía social agraria o una con grandes empresas y empleados en el campo”, asevera el secretario general de COAG, Miguel Blanco, ante este paradigma que ya afecta a esta actividad.
Con él se persigue poner de relieve las tendencias que dibujan un nuevo escenario para este mercado que, en mayor o menor medida, también se ha visto arrastrado por los efectos del nuevo orden económico mundial. “Si el nuevo modelo de oligopolios empresariales se impone en el sector, España camina hacia una agricultura sin agricultores“, señala Blanco, al tiempo que atribuye la crisis de precios acaecida en los segmentos del aceite de oliva, leche, vino, frutas y hortalizas a este nuevo cambio de modelo.
Cabe recordar que las pymes agrarias son uno de los principales agentes para luchar contra el fenómeno de la ‘España vacía’, de ahí la importancia de analizar esta ‘uberización del campo’ que se impone ante la falta de rentabilidad de algunas explotaciones agrarias y la ausencia de relevo generacional. Según datos de INE recogidos por COAG, en 2017 el número de asalariados ocupados se situaba en las 513.000 personas (más de 200.000 parados), frente a los 306.000 trabajadores por cuenta propia, lo que pone de manifiesto la desaparición de la explotación familiar tradicional en aras de las empresas agrícolas. A pesar de que el número de personas jurídicas dedicadas a ello solamente representan el 6,6% del total, estas concentran el 42% del valor de la producción total. “Los agricultores estamos afrontando una presión sostenida en el seno de una cadena alimentaria desequilibrada, que deja importantes márgenes en eslabones que no son el agricultor, que se ve presionado para sacar a cualquier precio sus producciones”, lamenta Blanco.
Otro hecho imparable que se está produciendo es la entrada de los fondos de inversión con una gran inyección de capital externo. Si bien la presencia de inversores ajenos no es algo novedoso, llama la atención el creciente aumento de interés que ha suscitado de un tiempo a esta parte, alentado por los bajos tipos de interés, que conducen a su vez, a una mayor disponibilidad de los recursos financieros. “Las perspectivas de crecimiento de población y de necesidad de alimentos, con recursos productivos cada vez más escasos, muestran un potencial de rentabilidad indiscutible y el valor estratégico de las empresas agrarias”, añaden en el informe. Sin embargo, desde COAG avisan de que este hecho presenta una cara oculta a tener en cuenta como es la “especulación” o el “abandono de las empresas una vez obtenido el retorno económico”.
Por último, otro de los asuntos que ponen sobre la mesa es la digitalización que, desde COAG, ven como un desafío que entraña “enormes oportunidades”, pero que también presenta riesgos y amenazas para el sector. Es por ello que apuestan por una transformación “inclusiva” y democrática” que ponga en el centro de este proceso al agricultor. “Si no ponemos en valor el papel de relevancia que tenemos en este cambio, tomando conciencia de que ahora no solo produciremos alimentos, sino también datos -que tienen mucho valor- corremos el riesgo de que este tsunami acabe con el modelo de producción familiar y profesional”, sentencia Blanco al respecto.