En lo que va de año, los principales índices bursátiles han registrado subidas de dos dígitos que casi eliminan la corrección que se había producido a finales de 2018. Sin embargo, los inversores siguen infra expuestos a la renta variable desde la crisis de 2008. También podemos decir que la fiebre de diciembre de 2018 en cuanto a los riesgos políticos que amenazaban la economía y el comercio mundiales ha quedado atrás. La posibilidad de ganar algo de tiempo (Brexit y guerra comercial EE.UU.-China), junto con unos bancos centrales más acomodaticios, están apoyando los mercados. La cuestión ahora es si existe el riesgo de que los inversores infra-expuestos se sientan alentados a volver a invertir debido a las rentabilidades positivas.
En nuestra opinión, este riesgo es bajo: la relajación de las tensiones geopolíticas ya ha sido descontada por el mercado; la temporada de resultados de 2018 confirmó el deterioro de las expectativas de crecimiento y aún no se ha descontado por el consenso; y, por último, es poco probable que las condiciones macroeconómicas mejoren a corto plazo.
El ejemplo del sector automovilístico
Después de un máximo histórico alcanzado a principios de 2018, seguido de una caída del 25%, vale la pena considerar el caso del sector automovilístico como una ilustración general de cómo se están comportando los mercados. Una conjunción de razones impulsó el sector hasta principios de 2018. Desde sus mínimos de principios de 2009, el sector automovilístico ha experimentado un crecimiento cercano al 12% anual, apoyado por la mejora de la rentabilidad gracias a unas condiciones crediticias favorables, la reducción de los costes, la falta de inversión y un efecto divisa a favor de los fabricantes europeos. La mejora de las condiciones crediticias gracias, a las políticas monetarias acomodaticias de los bancos centrales, impulsó el poder de fijación de precios de la industria automotriz en un 2-3%. Este efecto, junto con la baja inflación, permitió al sector aumentar su rentabilidad a niveles récord.
El punto de inflexión se produjo en 2018 con una de las mayores caídas desde la crisis financiera: -20%. Los resultados de los fabricantes europeos de vehículos se vieron afectados tanto por la amenaza de una guerra comercial (riesgo de un aumento de los aranceles de entre el 2,5 % y el 25 % en las exportaciones europeas a EE.UU., con un impacto potencial en los ingresos de los fabricantes alemanes estimado entre 1.700 y 2.500 millones de euros) como por la introducción de las nuevas pruebas de emisiones del protocolo WLTP (Procedimientos Mundialmente Armonizados para Pruebas de Vehículos Ligeros, por sus siglas en inglés). La nueva normativa impone un objetivo de emisiones de CO2 de 95 g/km en 2021 y de 75 g/km en 2025/2030, y prevé una multa de 95 euros por cada gramo adicional de CO2. Mientras tanto, una combinación de factores está pesando sobre la industria automotriz: la desaceleración de la economía china, la reducción de los márgenes y del flujo de caja (que en algunos casos ya no cubrirá los dividendos), y el mayor reto de todos, la transición estructural a los vehículos eléctricos.
Desde el mínimo alcanzado a principios de 2019, el sector automovilístico europeo ha participado plenamente en el repunte del mercado, superando el índice mundial en casi un 3%. Las atractivas valoraciones y, en general, los resultados de 2018 por encima del consenso han apoyado la recuperación, aunque los anuncios estuvieron acompañados de algunos comentarios bastante matizados. Las empresas del sector prevén un entorno incierto y volátil este año. Por ello, el fuerte poder de fijación de precios de los fabricantes de gama alta los coloca en una mejor posición que los actores del mercado masivo de vehículos, cuyos márgenes de financiación ya han comenzado a disminuir, lo que sugiere que serán menos capaces de moverse en estos precios. Por lo tanto, será esencial un enfoque muy selectivo dados los retos estructurales, las alianzas anunciadas para los vehículos eléctricos y la posible consolidación del sector.
2019-04-08 10:41:51