En la tarde del 11 de marzo de 2011 un maremoto golpeó el Océano Pacífico, como resultado de lo cual un tsunami destrozó parte de la costa este de Japón. Esto desencadenó una serie de accidentes en la planta de energía nuclear de Fukushima con consecuencias catastróficas para los habitantes y el medio ambiente. Desde […]
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| 08 feb 2022
En la tarde del 11 de marzo de 2011 un maremoto golpeó el Océano Pacífico, como resultado de lo cual un tsunami destrozó parte de la costa este de Japón. Esto desencadenó una serie de accidentes en la planta de energía nuclear de Fukushima con consecuencias catastróficas para los habitantes y el medio ambiente. Desde entonces el gobierno de Alemania, traumatizado todavía por el accidente nuclear de Chernóbil en 1986, decidió para sorpresa de muchos salir completamente de la energía nuclear. La canciller conservadora Angela Merkel se convertía así en la estrella del movimiento verde en el país.
En la actualidad, solamente quedan tres reactores con una capacidad neta total instalada de alrededor de 4 GW, mientras 33 centrales se han cerrado. Sin embargo, los parques eólicos y solares se han expandido por todo el país y sobre el mar. Lo que no se pensó en su momento fue cómo compensar el necesario incremento de electricidad con una población creciente y una demanda cada vez más grande en cuanto a producción. La energía renovable no es suficiente para la trasformación al hidrógeno verde y la digitalización de la sociedad. En la actualidad, Alemania tiene que importar electricidad de otros países como Francia, Polonia o Rusia. En su gran mayoría es energía nuclear, procedente del carbón o gas.
El físico Antonio Turiel está advirtiendo desde hace mucho tiempo que la estrategia energética europea, en gran parte influida por Alemania, estaba equivocada y nos llevaría a un colapso: “Lo estamos viviendo ya”. Él está en contra de una inversión masiva en hidrógeno verde cuya eficiencia energética es pobre, pero tampoco cree que nos ayudaría apoyarnos en la construcción de nuevas centrales de energía nuclear. El español solamente ve una solución: “Un ahorro drástico de energía reduciendo nuestro consumo”. Esto es algo que ningún gobierno europeo quiere admitir.
También el canciller Olaf Scholz evita hablar de ello. Sin embargo, en Alemania quedan todavía alrededor de 130 centrales de carbón debido a la falta de fuentes energéticas estables. Su existencia contradice todos los intentos del nuevo Gobierno de parecer más verde e innovador que el anterior. Aunque a los Verdes les gustaría deshacerse de ellas ya, energéticamente no es posible. “No se puede transformar el parque de coches en uno eléctrico si no hay fuentes de energías limpias y estables detrás”, dice Turiel que trabaja en el Instituto del Mar del CSIC en Barcelona. Lo mismo pasa con la costosa trasformación de la fabricación industrial con energías fósiles al hidrógeno verde como combustible.
El uso de las centrales de carbón se había reducido en Alemania en los últimos años pero, actualmente, la demanda está creciendo otra vez por falta de alternativas energéticas. Las importaciones de electricidad de centrales de carbón de los vecinos se están disparando en comparación con el año pasado. Ahora que la Comisión Europea liderada por Ursula von der Leyen ha decidido contra la voluntad alemana aceptar gas y energía nuclear como fuentes verdes a la hora de tener ventajas fiscales, el nuevo gobierno alemán se encuentra en una situación todavía más absurda con su política energética.
Alemania, para tener suficiente energía, sin duda necesita más gas y para ello es necesario, según la opinión de muchos expertos, contar con el Nord Stream 2, un sistema de gasoductos submarinos que va desde Rusia hasta Alemania. Nord Stream 1 gestionado por la Nord Stream 1 AG, se inauguró en noviembre de 2011. Nord Stream 2, cuya construcción se ha completado en 2021, podría estar ya en funcionamiento pero, ahora mismo, forma parte del problema geoestratégico con Rusia.
El problema más grande para Olaf Scholz es el excanciller y socio de partido Gerhard Schröder que ha asesorado a Gazprom y ha iniciado la idea del Nord Stream 2. El periodista alemán Daniel Wetzel del periódico “WELT” ha escrito que justo esta empresa cubre por sí misma algo más de la mitad de las necesidades de gas natural de Alemania. El controvertido socialdemócrata, que ha sido canciller hasta 2005, también dirige el consejo de administración de Rosneft, otro gigante energético ruso. Esto impide al país y el actual gobierno tomar una posición de intermediación en el conflicto con Ucrania.
Los Verdes nunca estuvieron a favor del Nord Stream 2, también por las implicaciones políticas que esto puede suponer. En el actual conflicto se entiende hasta la oposición de los americanos respecto al proyecto. Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea ya ha dejado claro que el proyecto solamente se permitirá si Rusia no invade Ucrania: “El Nord Stream 2 no puede ser excluido de la lista de sanciones, eso está muy claro”, dijo en una entrevista con los diarios Handelsblatt y Les Echos. Francia no tiene todos estos problemas geopolíticos y energéticos que padece su gran rival económico Alemania porque nunca ha dejado de construir y renovar sus centrales nucleares. A largo plazo esto puede suponer una clara ventaja industrial para el vecino porque sus precios energéticos son más estables.